Una petalada, la actuación de Mónica Redondo y dos ánforas en la carroza, sorpresas de la última procesión de la temporada

La procesión de julio de 2022 puso el listón muy alto, pero la Hermandad del Carmen consiguió volver a superarlo. Así en este desfile de 2023 lograron reunir bajo las mismas andas a miembros de la Hermandad del Rosario, la Hermandad de la Vera Cruz y la propia Hermandad de la Virgen del Carmen en una imagen totalmente inédita en el panorama religioso torrejonero. Pero aún hay más, pues la procesión estuvo cargada de sorpresas, destacando la llegada a la Casa del Señor donde una petalada y una actuación muy especial sirvieron para iniciar el final del desfile.

La gran tarde de la Hermandad del Carmen comenzaba mucho antes. A las siete los Hermanos de las tres Hermandades que iban a ser protagonistas se reunían en la parroquia de San Juan Evangelista, y lo hacían para asistir a una misa solemne y especial, pues la mezzosoprano Mónica Redondo amenizaba algunos momentos de la Eucaristía, incluyendo el Salmo, que cantó desde el ambón dirigiendo a los fieles.

Una Mónica Redondo, por cierto, que llegaba a Torrejón tras haber participado una semana antes en el Festival de Bandas de Música "Ciudad de Torrevieja" junto a la Banda Municipal de Torrejón, que también estuvo presente en la Procesión, y además lo hacía estrenando el nuevo estandarte que les acompañará en sus actuaciones, un estandarte en el que, por supuesto, están muy presentes los colores amarillo y morado.

Tras el final de la Misa, la Presidenta de la Hermandad del Carmen entregaba reconocimientos a los Presidentes de las dos Hermandades que iban a acompañarles en su viaje por las calles de Torrejón, justo antes de descubrir otra de las sorpresas del desfile que estaba a punto de comenzar. Y es que los "minicostaleros" de la Hermandad de la Vera Cruz iban a ser protagonistas, llevando sobre sus manos el Escapulario que representa el culto de la Virgen del Monte Carmelo.

Terminada la ceremonia, los anderos se ponían a las órdenes del capataz de la Hermandad del Rosario, y lo hacían vestidos con un mismo uniforme en el que tan sólo les diferenciaba un elemento: la medalla de la Hermandad a la que iban a representar bajo las andas de la Virgen del Carmen. A eso de las ocho de la tarde salía la comitiva, y lo hacía cruzando una puerta del Sol que hizo honor a su nombre, pues en la calle Hospital los torrejoneros esperaban la salida de la Estrella del Mar aguantando temperaturas superiores a los 35 grados.

Con la carroza ya en la calle se desvelaba otra de las sorpresas, pues la Virgen del Carmen estrenaba dos ánforas en su viaje por las calles de Torrejón como representación de su papel de patrona de los marineros. El viaje, como corresponde a una procesión tan calurosa, fue corto en espacio pero largo en duración, con paradas muy prolongadas y chicotás breves.

Así la Virgen del Carmen recorrió las calles Curas y Cruz, antes de regresar por una calle Libertad en la que, en esta ocasión, no hubo frutas ni helados para acompañar la comitiva. Durante este trayecto destacó un momento especial, justo en la puerta del Parque Libertad, en el que los anderos titulares fueron sustituidos por otros, y entre ellos, el mismísimo coadjutor de la San Juan Evangelista, que no dudó en llevar sobre sus hombros el peso de la Virgen.

La llegada a la Casa del Señor comenzaba la parte final del recorrido, y con ello aumentaba la intensidad del evento, pues justo en el momento en que las andas se situaban junto a la puerta, Mónica Redondo, acompañada de un piano, regalaba a la Virgen una oración cantada mientras caían del cielo pétalos de flores.

Tras esta reinvención del encuentro entre Hermandades que fue protagonista el año anterior, la Virgen del Carmen enfilaba la Plaza Mayor para llegar, casi a las diez de la noche, a una calle Hospital donde se iba a producir el último acto de la Procesión. Así, unidos a la Banda de Música, los anderos bailaron a la Virgen del Carmen antes de elevarla a los cielos entre los aplausos del público presente, y justo antes de que, con los acordes del himno de España sonando, la imagen regresase a la San Juan Evangelista.