El retoño de Isabel Pantoja arremete contra los periodistas españoles por inventarse su crisis con Jessica Bueno

La noticia la dio una de las colaboradoras de Ana Rosa el día de los Inocentes. Todo el mundo pensaba que era una broma muy borda y que nadie se creía pero el problema llegó cuando dos días después seguían asegurando que esta vez si que sí, Jessica y Kiko se habían separado. La noticia, como digo, no fue portada en ninguna revista a la espera de confirmar que no fuera una inocentada pero Sálvame aportó su granito de arena trasladando a un reportero hasta la casa de los tortolitos lo que dio un toque de seriedad.

Para colmo, y esperando a la exclusiva del Hola, la pareja no se pronunciaba en Twitter. Jessica se limitaba a escribir mensajes con faltas de ortografía y palabras inconexas de las que echaba la culpa a su móvil y su diccionario predictivo. Y Kiko se jactaba de ir de fiesta en fiesta de noche en noche.

Muy sonada fue la última actuación del personaje en Jerez donde arremetió contra la sala Oxi Jerez a la que calificó de impresentable y aprovechó para hacer publicidad de una de sus competencias, la sala Galería.

Pero lo que realmente importa es como ha recibido el nuevo año: criticando a los periodistas españoles. Sí, solo a los españoles, a los mismos que ma-tan por hacer una foto a su mamá o los mismos que le sacan en las revistas y que aumentan de manera considerable su cuenta corriente. Él preferirá salir en The New York Times o en The Washington Post pero debido a sus limitaciones geográficas tiene que aguantar como cuatro periodistillas "que no tienen vida" se inventan que ha roto con su amor, Jessica Bueno. En su último tuit animaba con tono irónico a creer en los periodistas españoles y advertía que nunca se separará de su chica. "Eso nunca sucederá" aseguraba.

Seguramente a Kiko Rivera ya se le está quedando pequeña España y no tardará en dar el salto a Miami, lo triste es que los periodistas a los que los pone verde siguen haciéndole la cama por una foto que cada vez despierta menos interés. Kiko Rivera inauguró una nueva casta de famosillos que hacen de los bolos su medio de vida mientras se pasean en coches de alta gama y se permiten despreciar el trabajo de quien les hace famosos. Lo más triste es la legión de seguidores que ven en ellos la esperanza de ganar mucho dinero sin levantarse antes de las once de la mañana. Una pena en un país que necesita de ilusión y de productividad.