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30 Ene 2020 |
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Jesús Hernández GallardoEs penoso ver la tunda de palos que se llevaron ayer los agricultores en Don Benito, la entrega que tuvieron algunos policías para reducir a quienes se quejaban del maltrato que tienen que soportar de las grandes áreas comerciales y de los intermediarios. Me dio dolor de corazón ver las escenas en televisión, semejante arrebato en contra de personas que tan solo defienden su pan, su orgullo laboral y sus familias. Eso choca de manera evidente con la inoperancia que han demostrado los Mossos de Escuadra en Cataluña contra los salvajes que levantaban adoquines de las calles para lanzarlos con saña contra las fuerzas del orden. Será que los independentistas están preñados de razones y los agricultores carecen de fundamentos. Tanto en un territorio como en el otro ondea la misma bandera, aunque les pueda pesar a unos cuantos desacreditados. Somos víctimas de una encrucijada, los que cometen las imprudencias más graves, los que se lanzar a levantar banderas de independencia son los aventajados, los que reciben todo tipo de mimos y cuidados, a los que se les colma de explicaciones y créditos, quizá para no despertar a la bestia sediciosa. Por el contrario los que van con la verdad por delante, los que aportan cifras y disparan clamores y alarmas son los masacrados y sometidos al peso de la fuerza y la represión más dura e hiriente. La justicia e igualdad están desaparecidas de la actualidad en España; estamos en un país al antojo de unos políticos que no hacen más que discriminar al pobre y beneficiar banderas de sensibilidad políticas, alineadas con el poder gobernante. Todos hemos pensado alguna vez que el paso del tiempo nos acercaría más a la verdad y el razonamiento cada vez más depurado e impulsado por gente madura y sabia, gracias al desarrollo inteligente, pero no, no es así. Estamos sometidos al antojo de unos cuantos inútiles que se cubren con mantos de progreso y lo esgrimen cada vez que aparecen enchufados por una cámara en las televisiones; gentes que trampean la verdad y la adulteran con unos principios al margen de la moral y el sentimiento social más mayoritario. Todas esas fuerzas sindicales que han presumido siempre de defender a los ciudadanos y trabajadores parece que han cambiado su mirada, están en fuera de juego, al margen del momento que vivimos todos. Creo que determinados gobiernos les paralizan el brío y la energía, puede que encuentren acomodo con el poder y las subvenciones les dejen dopados en sus estrategias de defensa de los humildes. Ahora esos que presumen de sensibilidad de izquierdas son los que están en el poder y podrían mirar para abajo, sería el momento justo para alzar la voz, enfatizar en favor de los silenciados agricultores y sacar un halo de lucidez para impulsar su defensa, porque son más trabajadores que la mayoría y merecen reconocimiento y respeto, más que otros muchos. Desde los puntos débiles de la sociedad se clama justicia y consideración y son los de la izquierda más militante quienes se voltean, los que olvidan sus principios tan cacareados en contra del poder y se dejan llevar por la inercia de un progresismo sin alma, sin dignidad.
Jesús Hernández Gallardo
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