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30
Abr
2018
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Punto D Vista - Otra mirada
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Jesús Hernández Gallardo

Podría ser que no tengo suficiente conocimiento jurídico para criticar esta cruel sentencia en la que quedan condenados los miembros de "La Manada" a tan solo nueve años. Ese es el argumento de los juristas, de toda esa espuma oficial que trata de achicar el mal, alegando falta de conocimientos de todo aquel que osa emitir un quejido. No obstante han demostrado poca flema y frialdad, porque han tardado poco en tratar de mitigar semejante coletazo de hiriente clamor.

Ahora se aferran a que las Leyes están obsoletas, que no ofrecen garantías, que ellos han cumplido con su trabajo tal y como expresa la literalidad de la sentencia. Es posible que desde tan alto estrado se olviden de sentir de igual forma que todos los demás, que las motivaciones sean de un nivel más astronómico, sus inquietudes transcurran por otros derroteros más entarimados, de pompa y boato, más acogidos a ese nivel de alcurnia legal, de puñetas, togas y color negro solemne.

El olvido hacia la clase menos noble es evidente, se hace notar, se siente. Será por eso que la opinión pública brame justicia, salga a la calle y rechace de manera fulminante esta sentencia tan aguada, tan floja, tan distanciada del pueblo.

Ahora ya, a tiempo pasado, salen en televisión y en los medios representantes del Gobierno queriendo bajar los humos de las turbas que no dejan de protestar día tras día, para que exista una conciencia, un equilibrio, para que en momentos de exaltación, no salpique a tantos puñeteros con la mente distraída en otros quehaceres, en su mundo a años luz de quienes padecen estas atrocidades.

Somos los culpables de la crítica, los exaltados por clamar justicia, por querer el bienestar social de todos, por tratar de dignificar a las mujeres, para que quienes todavía no lo tengan claro, se les pueda fijar en la mente a sangre y fuego.

Opositar para acceder a un estrado de honor y gentileza social es ansiado por muchos, pero una vez logrado hay que seguir con esa idea, la que legitima a quien va a seguir luchando por impartir justicia.

No se equivoca el pueblo llano, los equivocados son esos jueces que hacen rutina de hechos muy graves. Son respuestas despectivas a toda una sociedad que se siente herida de muerte, que no paran de buscar el amparo y el resuello que dan las Leyes. Si no están actualizadas, serían ellos mismos, los primeros, en tratar de cambiarlas. Solo reaccionan cuando escuchan en lo más profundo de su ser ese griterío extremo que clama en la sociedad.

Querrán los jueces más sangre, más chapoteo, histeria desgarradora durante todo el tiempo que dure la secuencia del delito. Será así cuando puedan constatar que ha habido agresividad, cuando se desvanezca la víctima postrada ante la brutalidad de sus cinco agresores, que silencie su voz tan solo su último aliento, cuando el forense pueda certificar el cadáver.

Mientras tanto, los políticos, los encargados de remover los códigos y códices, las novedades de actualización, se despiertan, desperezan y bostecen sonoramente, zarandeados por el estupor popular. Se les romperá ese ritmo de siesta y desahogo del que gozan en la actualidad, esa parsimonia y calma chicha a la que están acostumbrados, tampoco pretendemos que entren en estado de shock, tan solo que cumplan con su obligación, que para eso se les paga demasiado bien.

Jesús Hernández Gallardo

Funcionario del Estado

Torrejón de Ardoz

 

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