Fue detenido y condenado a veinte años de cárcel
El Tribunal Supremo de España confirmó las condenas de hasta veinte años de prisión para tres miembros destacados de la banda latina Dominican Don't Play (DDP), específicamente del 'coro' del Corredor del Henares. Esta decisión se basa en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) del 22 de octubre de 2024, la cual fue objeto de recursos de casación por parte de las defensas de los acusados.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo determinó que no existía ninguna vulneración de derechos fundamentales ni errores en la valoración de las pruebas que justificaran la revisión de las condenas. Como resultado, las penas impuestas por la Audiencia Provincial fueron ratificadas en su totalidad.
Los tres acusados recibieron condenas que oscilan entre 20 y 17 años de prisión por diversos delitos, que incluyen:
Dirección de organización criminal.
Agresión sexual.
Abuso sexual a menor.
La DDP se presenta como una organización criminal altamente jerarquizada, que opera bajo estrictas normas internas. Entre sus características se incluyen:
Castigos físicos.
Ritos de ingreso.
Composición de más de veinte miembros, incluyendo varios menores de edad.
Actividades delictivas como tráfico de drogas, distribución de billetes falsos, robos y agresiones.
En la sentencia se identifican los roles específicos de los acusados dentro de la organización:
Andrés Alexandre M. S. ('Chamaquito'): Actuaba como líder supremo del coro, con la capacidad de ordenar misiones y sanciones.
Pedro P. S. ('Pedro70'): Desempeñaba funciones de tesorero y organizador dentro del grupo.
Jersson Andrés O. P. ('Capone'): Ocupaba un cargo denominado "Guerra", encargado de coordinar ataques, castigos y misiones.
La Audiencia de Madrid probó que, entre diciembre de 2020 y febrero de 2021, Andrés Alexandre mantuvo relaciones sexuales con una menor de 13 años, quien también era parte del grupo. Posteriormente, los tres acusados ejercieron presión sobre la menor dentro de la dinámica disciplinaria de la banda para forzarla a aceptar una relación sexual completa como forma de "sanción".
La menor fue coaccionada para acudir a un trastero en Torrejón de Ardoz, donde finalmente se consumó la relación sexual con Andrés Alexandre, mientras que los otros dos acusados se encontraban en las cercanías, lo que indica un claro abuso de poder y una violación de los derechos de la menor.
En los últimos años, los Dominican Don’t Play (DDP) han evolucionado desde pequeños grupos juveniles de barrio hasta convertirse en una de las bandas callejeras más mencionadas en crónicas policiales de España y, en menor medida, de otros países europeos. Su funcionamiento interno recuerda a una organización piramidal que combina jerarquías tradicionales con dinámicas propias de bandas juveniles.
Cada “capítulo” —la célula que opera en un barrio o distrito— suele estar encabezado por un líder, a veces llamado presidente o coro, cuya autoridad se basa tanto en antigüedad como en reputación dentro del grupo. Esta figura marca las directrices de actividad, disciplina interna y alianzas o tensiones con otros grupos.
Bajo el liderazgo principal aparecen los lugartenientes o encargados, responsables de coordinar a los miembros más jóvenes y de mantener la comunicación entre la cúpula y la base. Su rol es garantizar que se cumplan las órdenes internas y gestionar conflictos o movimientos cotidianos del grupo.
Los Miembros “activos” son el grueso de la banda y suele estar formado por jóvenes que participan en la vida del grupo y siguen las normas internas. Desde la mirada periodística, representan la parte más expuesta, ya que suelen aparecer vinculados a incidentes que trascienden a los medios.
En la periferia de la estructura se mueven adolescentes o jóvenes simpatizantes, a menudo recién llegados y en busca de aceptación o pertenencia. Su vínculo es más fluido: participan en reuniones o actividades sociales, pero no tienen pleno reconocimiento dentro del capítulo. Como en otras bandas juveniles, los DDP mantienen un código de comportamiento, símbolos propios y un sistema disciplinario que marca la pertenencia. Estas normas refuerzan la identidad del grupo y la lealtad hacia sus miembros. |