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22
Nov
2020
Algete recuerda que las toallitas deben tirarse a la papelera PDF Imprimir E-mail
Zona Este - Algete
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Foto cedida por Ayuntamiento de AlgeteAl no desintegrarse, provocan atascos en las alcantarillas

Las toallitas húmedas que se arrojan por el inodoro se han convertido en una de las principales amenazas para las redes de saneamiento, tanto generales como particulares. A diferencia de lo que se indica en algunos envases, las toallitas húmedas no son desechables, por lo que, una vez usadas, su destino debe ser siempre la papelera o el cubo de basura. Por eso el Canal de Isabel II ha iniciado una campaña de concienciación en colaboración con los Ayuntamientos madrileños.

Si se tiran por el váter, acaban enmarañándose y ocasionando enormes tapones en colectores, arquetas o estaciones depuradoras, algo que debemos erradicar entre todos. La solución es sencilla: una vez usadas, hay que tirar las toallitas a la papelera o al cubo de basura.

¿Sabes por qué las toallitas nunca deben tirarse al váter?

  • Porque no se desintegran bien en el agua. Esto es debido a su composición, una mezcla de fibras sintéticas que no se pueden disgregar.

  • Porque pueden ocasionar atascos en las tuberías de tu vivienda y en las redes de saneamiento. En el peor de los casos, pueden dejar inoperativas las depuradoras.

  • Porque aunque en algunos envases así se indique, no son biodegradables ni desechables; al menos no del todo. Si se acaban descomponiendo, no lo hacen en el tiempo que tardan en llegar a las estaciones de depuración.

  • Porque pueden causar importantes daños medioambientales, especialmente en los ecosistemas acuáticos, si acaban llegando a los ríos.

El viaje que emprende una toallita, junto al resto de residuos, cuando es arrojada por el inodoro, la lleva a pasar por las tuberías interiores de las viviendas, donde se pueden producir atascos, sobre todo si también se vierten, detergentes y otros elementos que contribuyen a que se formen acumulaciones de mayor volumen.

Posteriormente, discurren por la red de alcantarillado y las instalaciones de bombeo de aguas residuales para llegar, finalmente, a las depuradoras.

Como ya hemos visto, su composición hace que tarden demasiado tiempo en deshacerse, a diferencia del papel higiénico, que al cabo de media hora se ha disuelto casi al cien por cien. Las toallitas, por el contrario, necesitan un par de días para deshacerse apenas un 36 %.

Por eso, llegan prácticamente intactas a las depuradoras, acumulándose en las rejas de llegada a las EDAR y en las bombas, especialmente en época de lluvias. Desde allí, una vez retiradas, se llevan a los vertederos.

Este hábito puede causar serios daños no solo en instalaciones interiores de las viviendas y en infraestructuras hidráulicas, sino, por supuesto, en el medio ambiente, ya que las bombas que impulsan el agua residual dentro de las depuradoras pueden dejar de funcionar y, en un caso extremo, la planta podría quedar inoperativa.

Además, los operarios que trabajan en estas instalaciones y en las redes de saneamiento se ven sometidos a riesgos laborales importantes cuando tienen que desatascar conducciones, bombas u otros elementos para garantizar su correcto funcionamiento.

Lamentablemente, no se trata solo de toallitas húmedas. Hay otros muchos residuos que acaban irresponsablemente en el retrete, en lugar de hacerlo en la papelera o el cubo de basura: tiritas, compresas, algodones, mascarillas, preservativos o bastoncillos son solo algunos ejemplos.

La acumulación de todos ellos en las depuradoras, de donde hay que retirarlos, acaba engendrando una masa de residuos tan desagradable como la que se intuye en las fotografías.

Por tanto, hacer una correcta gestión de los residuos domésticos es indispensable. Si tenemos en cuenta que el año pasado llegaron a nuestras depuradoras unas 30.000 toneladas de residuos mojados, obtendremos que, de media, cada madrileño vierte anualmente por el váter casi 4 kilos; una cifra desorbitada.

En términos económicos, esa mala praxis con los residuos no desechables entraña unos costes estimados superiores a los 2 millones de euros al año. Y esto solo en la Comunidad de Madrid. A nivel nacional, según datos de la Asociación Española de Abastecimiento de Aguas (AEAS), la retirada de estos vertidos supone un sobrecoste de 200 millones de euros.

Al coste económico cabe añadir el impacto que generan estos residuos en el medio ambiente, pues los microplásticos que contienen (principalmente los bastoncillos) pueden fragmentarse, traspasar los filtros de las depuradoras y llegar a contaminar nuestros ríos y las especies que viven en ellos.

Igualmente, como anticipábamos al principio, la acumulación de estos residuos no deseados puede dejar fuera de servicio las depuradoras y provocar que el agua vuelva a los cauces sin ser tratada. En manos de todos está evitar que esto suceda.

En definitiva, es importante que tomemos conciencia de esta problemática para poder combatirla. Se trata de seguir los consejos de Matilda y recordar que por el váter únicamente se deben depositar tres cosas: orina, heces y papel higiénico. Por sus siglas en inglés –pee, poo and paper– a esta regla se le conoce internacionalmente como la triple P o PPP.

 

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