El alcalde recibió la medalla de la Hermandad y Rosario Mohedano cantó con el Coro las Sevillanas de Torrejón

El pasado viernes no fue un día normal en el José María Rodero. Y es que la Hermandad del Rocío decidía comenzar la celebración de su vigésimo aniversario con una gran y emotiva gala de homenaje a los más de 700 miembros que tiene la Hermandad.

Una gala que comenzaba a eso de las nueve de la noche bajo el son del tamboril y la flauta rociera que abrieron paso a la Junta de la Hermandad desde el abarrotado patio de butacas hasta el escenario, y que se prolongaría durante más de dos horas.

Justo en ese comienzo tendría lugar la parte más institucional del homenaje, un pequeño recordatorio de la Historia de la Hermandad, y las palabras del Presidente, Juan Aranda, y el alcalde de Torrejón, Pedro Rollán, dieron paso al intercambio de regalos, que llegaba con sorpresa: el Consistorio entregó una placa a la Hermandad, y ésta convirtió a Rollán en rociero, con la entrega de la Medalla. Y es que, según confesaba el alcalde, él fue testigo de excepción de aquellos primeros pasos de la Asociación en la calle Almendro.

Y después de la parte institucional, la emotividad y el recuerdo se adueñaron del teatro: versos extraídos de los pregones con los que comienza año tras año la Semana del Rocío en Torrejón; fotos y vídeos del pasado de la Hermandad; y saludos de los distintos Presidentes que se han hecho cargo de la misma fueron intercalándose con las actuaciones del Grupo de Baile Noche de Luna, el Grupo de cante Carmen y amigos, y el Coro rociero Ajolí.

La gala fue creciendo de intensidad cuando, acompañada de un gran aplauso, apareció en escena Rosario Mohedano, que dio las gracias por poder subir al escenario que la había visto nacer como artista, y de la mano de una Hermandad con la que tiene una gran relación. Mohedano interpretó canciones rocieras, y un adelanto del espectáculo musical que presentará dentro de unos días, además de protagonizar el momento más especial de la noche: la cantante acompañó al Coro de la Hermandad en el momento en que cantaron las Sevillanas de Torrejón, con las que llenan de música las marismas almonteñas cada año.

El fin de fiesta, también tuvo una enorme fuerza: el Teatro entero puesto en pie cantó al Simpecado torrejonero, que se había proyectado en una pantalla en el escenario, la tradicional Salve Rociera que terminó, como no podía ser de otra forma, con un enorme aplauso y varios “Vivas” a la Virgen del Rocío.