El de casa cortó cuatro orejas tras sufrir un fuerte revolcón

Después del sabor de boca agridulce que dejó la primera de la Feria de Torrejón, la segunda sí terminó por todo lo alto: los tres toreros conseguían salir a hombros de la Plaza de Toros, y uno de ellos, además, como gran triunfador en casa: Gonzalo Caballero, recibido como un héroe por una Plaza con una entrada algo mayor que la del sábado.

El de Torrejón regresaba a “su” Plaza dos años después de pisarla por última vez en una novillada en la que compartió cartel con Javier de Miguel. Desde entonces ha llovido mucho, y Gonzalo se ha convertido en una de las grandes esperanzas del toreo nacional, tras triunfar en la Maestranza y Las Ventas. Así, el de Torrejón volvía con una enorme presión sobre sus hombros: el convertirse en profeta en su tierra, y esa presión le pasó factura en su primero.

Tras comenzar la lidia despreciando la superstición, y dejando la montera boca arriba sobre la arena, Gonzalo arremetió contra su primer novillo arriesgando mucho más de lo debido, tanto es así, que el animal acabó dándole un buen susto, revolcándole por el suelo y provocándole un desvanecimiento momentáneo. Por suerte para él, los toreros están hechos de otra pasta, y Caballero se recuperaba en pocos segundos lanzándose de nuevo a por el novillo. Para evitar males mayores, Gonzalo Caballero decidió matar, y lo hizo de una estocada, por lo que el público no dudó en pedir las dos orejas para el de Torrejón, que dio una espectacular vuelta al ruedo aplaudido por sus vecinos.

El segundo comenzó de una forma totalmente distinta: sabiendo ya que iba a salir por la puerta grande de la Plaza de su pueblo, Gonzalo se relajó con un novillo, de nombre Mensajero, que fue emisario de muy buenas noticias. Caballero comenzaba la lidia brindando el toro a su club de fans, que venían a verle desde Valencia, y le regalaron un espectacular capote de color azul. El toro no era precisamente fácil, y ya advirtió de sus malas intenciones intentando colarle el pitón en uno de los primeros lances. Gonzalo, viendo que el animal no era fácil, se calmó y se tomó la lidia con bastante más calma de lo habitual, demostrándose a sí mismo cuál es el camino si quiere ser torero. Templado, supo controlar perfectamente al novillo, lo que, a pesar de pinchar en una ocasión, le dio otras dos orejas, y la gloria en casa.

Sin embargo, Gonzalo sólo era el novillero, y los verdaderos maestros de la tarde debían ser otros: Pedro Gutiérrez “El Capea”, y Daniel Luque también salieron a hombros de la Plaza de Torrejón con dos orejas cada uno.

El Capea, que acaba de volver a España tras un paso por México, saltó al ruedo con la intención de demostrar lo que vale. Su primer toro, muy grande, se convirtió rápidamente en un rival serio, sobre todo después de hacer trastabillar al torero, lo que hizo que el diestro terminase descalzo en la Plaza tras deshacerse de sus manoletinas. El Capea, sin calzado, siguió lidiando a su astado y cuajando una muy buena faena, pero la espada, de nuevo, le jugó una mala pasada: la estocada no fue lo suficientemente certera, y el animal no cayó hasta escuchar el primer aviso. A pesar de ello, la Presidencia no dudó en conceder una oreja.

La segunda llegaría en el cuarto de la tarde, un toro que dio con el hocico en el suelo varias veces durante la faena. Viendo que su rival no iba a ser un buen oponente, Capea optó por lo más inteligente: matar cuanto antes de una estocada certera.

Daniel Luque, por su parte, comenzaba su nueva visita a la Plaza de Torrejón con un toro algo más pequeño que el primero, pero con bastante peor intención: el toro intentó coger al torero en dos ocasiones, pero Luque no se arredró y consiguió controlar al animal. Al final mató tras dos descabellos y consiguió la oreja tras la insistencia del público.

El segundo fue otra historia: Luque pudo lucirse con un toro que entró al trapo con facilidad y permitió al torero demostrar todo su arte. Sin embargo la espada tampoco fue su amiga en la faena, y, después de no conseguir matar a la primera, perdió la segunda oreja tras dos descabellos.