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18
Feb
2013
La Asociación de Mujeres Clara Campoamor de Coslada debatirá sobre el hijab PDF Imprimir E-mail
Zona Este - Coslada
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Esta tarde en su sede, y dentro del taller Pensando en Morado

El hijab, o velo con el que algunas mujeres musulmanas cubren su cabeza cuando se encuentran en presencia de hombres, será el tema elegido por la Asociación de Mujeres Clara Campoamor para debatir esta tarde dentro del taller Pensando en Morado que realizan en su sede.

El texto “El velo de Occidente”, que pretende llevar a la reflexión sobre un asunto de candente actualidad, fue entregado a las integrantes del taller en la sesión anterior, y esta misma tarde podrán debatirlo con la propia autora, Karmen Núñez, que participará en la sesión.

La Asociación recuerda que el taller está abierto a todas las mujeres, es de carácter gratuito, y comenzará a las cinco y media de la tarde en la sede, situada en la calle Doctor Ortiz número siete.

“El velo de Occidente”, de Karmen Núñez

Ninguna imagen resulta tan pragmática y elocuente como el velo con el que cubren sus cabezas las mujeres musulmanas. Velo con el que, no sólo ocultan sus cabellos por mandato religioso, sino que, también y sobre todo, disfrazan el sometimiento. La gran paradoja es que sean ellas mismas, inducidas, sus mayores defensoras como símbolo de la libertad de decisión. Sin embargo, elegir significa tener opciones y éstas son proporcionales a la libertad de vida.

Este velo y su representación son visibles y, ante lo visible, es posible conformar la oposición y la denuncia, sólo hace falta ser conscientes de ello y querer hacerlo. Existe, no obstante, otro tipo de velo ancestral que subsiste de forma subliminal, producto de la educación, la cultura y la memoria colectiva. Velo “invisible” que nos anudamos las mujeres occidentales y que guarda dos “inquietantes” similitudes, en su esencia, con el musulmán: lo establecen los hombres y lo asumimos y defendemos las mujeres como una elección voluntaria, aunque seamos conscientes de la dificultad que entraña respirar cuando lo llevamos puesto.

En esta ocasión el velo está tejido de actitudes, roles, sentencias, decisiones políticas, en las que participamos las mujeres con el velo puesto, formando parte del delito de “imposición”. Llevamos el velo cuando restamos importancia al hecho de que el hombre quede liberado socialmente del cuidado de los demás (¿quiénes suelen estar de acompañantes en los hospitales?) y la participación en la intendencia familiar y grupal (la cena de Navidad es de lo más ilustrativo). Cuando dejamos que, a través de la publicidad, se transmitan roles que segregan, encasillan y desequiparan (siempre a favor de los niños).

Cuando vemos impasibles cómo las adolescentes establecen relaciones en términos de sumisión. Cuando no somos conscientes de la ponderación del varón en el espacio público (de ahí que no existan las “baronesas”). Cuando, ante el aumento de suicidios de madres jóvenes, desbordadas hasta la enfermedad por la imposibilidad de llevar adelante la carga familiar y laboral, nuestra respuesta es: ¡que vuelvan a casa!

Más grave es el velo negro que nos ponemos cuando no participamos en garantizar la defensa y la vida de las víctimas de la subcultura, vengan de donde vengan, que mueren diariamente por el simple gesto de “aflojarse el nudo del velo”. También, por supuesto, cuando, siendo mujeres, dejamos que se condene el feminismo, olvidando que es un movimiento en lucha por la erradicación de cualquier tipo de burka o de velo, incluso aquel que envuelve al mundo donde la justicia y la libertad están explícitamente demarcadas y codificadas en base al respeto a los Derechos Humanos, pero en el que la única forma de esclavitud que pervive cruelmente, y de la que recibimos noticias sobrecogedoras, sigue siendo la esclavitud de la mujer.

Aprender a verlo para desecharlo es una simple cuestión de justicia.


 

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