Bajo la presidencia de la Virgen de Częstochowa, los fieles llenaron la catedral de la localidad
Bajo el lema “Aprender a amar y orar por la vida”, la Catedral-Magistral de Alcalá de Henares acogió el pasado viernes 15 de febrero la vigilia de San Valentín, que contó con la presencia del icono de la Virgen peregrina de Częstochowa (Polonia). "El templo, a rebosar de fieles, vivió una intensa noche de encuentro con el Señor. Las numerosas parejas de novios, prometidos y esposos (especialmente los que cumplen su primer año de matrimonio o sus bodas de plata o de oro), fueron consagrados a María Santísima para que, bajo su maternal protección, sean siempre, en nuestro mundo, reflejo del Amor de Dios", explica el Obispado.
En la vigilia, presidida por el Obispo de la diócesis, Mons. Juan Antonio Reig Pla, se meditaron los cinco misterios del Santo Rosario, intercalados con elocuentes y emotivos testimonios: una pareja de novios que van a celebrar próximamente su boda; una madre que luchó por la vida de su hijo a pesar de las dificultades; otra que, tras haber abortado, se encuentra en proceso de sanación interior con el apoyo del Proyecto Raquel; una familia numerosa de Alcalá de Henares y un matrimonio con muchos hijos que lleva más de cincuenta años de unión.
Mons. Reig Pla señaló en su homilía que "bajo la mirada de la Virgen de Częstochowa, estábamos seguros de que el beato Juan Pablo II nos miraba desde el cielo junto a San Valentín, obispo y mártir, que, según la tradición, casó a un legionario pagano con una cristiana". Explicó que “venimos a celebrar el amor, porque ese es el proyecto de Dios al que estamos todos invitados: los solteros, los que han decidido no casarse, los que están esperando que el Señor les presente al que tiene que ser su esposo o esposa, los enamorados, los novios, aquellos que ya se han casado, aquellos que, por distintas circunstancias de la vida, se han separado o han sido abandonados, y aquellos a los que nos ha querido sacerdotes o consagrados”.
El Obispo resaltó que “la vocación originaria de toda persona es vocación al amor. Ser creados a imagen de Dios es ser creados a imagen de Aquel que es comunión de amor. Y, por tanto, hemos sido creados por amor y para amar. Luego ya el Señor va diversificando esa vocación a llamadas específicas”. En este sentido, señaló que “la sexualidad es obra de Dios. Ser persona significa ser creado por Dios a través del amor de nuestros padres con una condición sexual –varón o mujer- y es buena porque se trata de una dimensión esencial de toda persona: no es un accidente”.
“Rescatemos en el seno de la Iglesia, con el beato Juan Pablo II, la bondad, la belleza, la grandeza de la sexualidad humana: ha sido prevista por Dios. Con la Creación del primer hombre y la primera mujer, el Señor iba a manifestar el misterio más grande: la unión de su Hijo Jesucristo con la Iglesia. Porque la sexualidad no sólo es buena sino que es sacramentalizable. El Señor, que se unió a su Esposa la Iglesia en la Cruz, ha hecho de la sexualidad humana una llamada al amor, que es sacramento”.
Mons. Reig invitó a los asistentes a reflexionar sobre las fórmulas del sacramento del matrimonio. “Los que estáis aquí porque hace un año que os habéis casado, o 25 años, o 50, recordáis aquellas palabras hermosas: ‘Yo, todo entero, cuerpo y alma, te quiero a ti, toda entera, cuerpo y alma, y prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida’. Es verdad que nosotros venimos heridos por el pecado original, por nuestros propios pecados, por nuestro egoísmo, por los deseos desordenados,… Pero el Señor, que nos ha llamado a todos, puede curarnos. Por eso no hemos de juzgar a nadie. Todos cabemos en la Iglesia. Es verdad que algunas vidas, vistas desde la perspectiva de Dios, a veces nos sitúan en situaciones irregulares y no podemos participar plenamente de la comunión eucarística o de la confesión. Pero, también en esos casos, se tiene un lugar en la Iglesia, a la que hay que acudir para escuchar la Palabra de Dios y fortalecer el corazón”.
Don Juan Antonio dejó muy claro que la sexualidad no es una inclinación perversa. Todo lo contrario. “Es la vocación originaria, lo que más nos asemeja a Dios. Cuando un hombre y una mujer se unen, como esposo y como esposa, y celebran el acto conyugal, están realizando una acción que deriva de su propio sacramento y ejercen la liturgia del amor”. Al mismo tiempo, el Obispo marcó una diferencia muy clara entre el amor y el enamoramiento, al que definió como “una chispa en el sentimiento, importantísimo sin duda, pero tan sólo inicio hacia un amor maduro, que, más allá del sentimiento, descansa en la voluntad y en la propia realidad de la persona que quiere hacerse don para el otro: ‘Yo prometo serte fiel; yo decido hacerme un regalo para ti hasta que la muerte nos separe’.
Lanzó una invitación a aquellas personas que “se han asustado y han acudido al aborto. ¡Que vengan a la Iglesia, único sitio donde van a encontrar paz! El Señor nos mira con cariño, nos rescata siempre de cualquier situación que vivamos, y se hace cargo de los niños que no llegaron a nacer. ¡Dios es clemente y misericordioso!”.También tuvo palabras para las personas que no viven según el plan de Dios. “Cuando llevéis una vida desordenada, venid también a la Iglesia, porque aquí encontraréis el aceite de la misericordia”.
Mons. Reig también alentó a todos los matrimonios: “si el Señor no os ha dado hijos, os dará una fecundidad espiritual, un regalo para la Iglesia; si os concede muchos hijos, ese era el proyecto de Dios, para que podáis construir en vuestras casas verdaderas Iglesias domésticas”.
“Yo le digo muchas veces a los sacerdotes de la diócesis: llamad a las familias, formad comunidad cristiana con ellos, porque no hay nada que interese más a la persona que la propia llamada al amor. Ayudadles, comprendedles, escuchadles, tened paciencia con ellos, que vengan con sus hijos. La Eucaristía es la fuente, el manantial de donde que mana el Amor. Nosotros venimos aquí a alimentarnos del Cuerpo que se entrega, como el vuestro en el matrimonio. Tomad y comed, este es mi Cuerpo. El Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entrega por ti”.
Antes de concluir sus palabras, el Obispo se dirigió a los fieles polacos presentes en la Catedral-Magistral: “¡Vosotros, que vivís estos días con añoranza de vuestra patria, junto a esta imagen que representa tanto para los polacos! Os recuerdo las primeras palabras de Juan Pablo II en la encíclica Redemptor hominis: ‘Nadie puede vivir sin amor, sin hacer experiencia concreta del amor, sin que se le revele el amor’. No puede ser de otra manera, porque Dios nos ha creado por amor y para amar”.
La vigilia, que contó con la actuación del Coro Joven diocesano y el Coro de la comunidad polaca de Alcalá de Henares –que acudieron vestidos con sus trajes típicos-, concluyó con la veneración del icono por parte de los fieles y una fraternal y entrañable chocolatada en la sacristía y claustro de la Catedral-Magistral de los Santos Niños Justo y Pastor.
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