13
Abr
2017
Miércoles Santo Torrejón 2017: La Caída acompañó al Cristo de la Vera Cruz y a la Virgen de la Soledad en su noche más especial Imprimir
TorreNews - Sociedad Torrejón
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La Procesión del Silencio aumentó su espectacularidad gracias a la ambientación musical

Es su noche y por eso cada año es más grande. Así, esta vez la Vera Cruz escogió como acompañamiento musical de su Estación de Penitencia a la popular Banda de Cornetas y Tambores “La Caída” de San Lorenzo de El Escorial, una de las agrupaciones musicales más demandadas en las Semanas Santas de toda España. Y es que el currículum les precede: con actuaciones en la Semana Santa de Málaga, Jaén, Ávila o Valladolid, entre otras muchas, la banda, que acaba de cumplir treinta años de vida, aumenta la solemnidad de los actos en que participa. Además, dentro de unos meses se convertirá en Agrupación Musical Oficial de la nueva Hermandad que se está creando en Madrid capital, la del Cristo de las Tres Caídas, que se presentará en las calles el próximo mes de octubre.

Y en Torrejón no fueron menos, aumentando la espectacularidad de una noche en la que nada queda al azar: las antorchas iluminando la talla del Cristo de la Vera Cruz, la música de los tambores como protagonista de una procesión que se celebra a altas horas de la madrugada; y el silencio reinante durante las casi dos horas que dura el acto. Eso sí, la otra gran tradición de esta noche mágica no se llevó a cabo como mandan los cánones, pues cuando, en perfecta formación, los Hermanos de la Vera Cruz se acercaron a la puerta de la Iglesia para dar tres golpes secos y abrirla, se encontraron con que las puertas ya estaban abiertas y los fieles esperaban dentro. Y es que esta Procesión del Silencio, que es el desfile procesional de los dos titulares de la Hermandad, tiene muchos símbolos de aquella primera Hermandad de la Vera Cruz fundada en el siglo XVIII y heredera de la Hermandad de la Vera Cruz de Alcalá que fue el germen de la Semana Santa Complutense.

De tal forma, a las diez y media los Hermanos abandonaban su sede en el José Antonio Paraíso para encaminarse hasta la Plaza, donde llegaban a las once menos cinco de la noche acompañados por la Banda de Música. Guardando la formación, los anderos entraron en la iglesia para tomar las andas del Cristo de la Vera Cruz y la Virgen de la Soledad, convertidos, desde ese momento, en los protagonistas de la noche. Terminados los preparativos, y mientras la Banda tocaba la Marcha Real, el Cristo de la Vera Cruz abandonaba la Parroquia de San Juan Evangelista sobre los hombros de treinta anderos y flanqueado por antorchas, exactamente igual que hacía, minutos después, su Madre portada por 16 anderas.

Por delante una hora de trayecto por las calles del centro, en las que la Banda de Música marcó el paso que se mantuvo con total solemnidad durante todo el recorrido por las calles San Isidro, Cáncana, Marquesas, Cristo, Fraguas y Libertad, donde entraron en la Plaza atravesando el arco. Eso sí, tal vez por aquello de que la Semana Santa no ha hecho más que empezar para ellos, los anderos hicieron el recorrido con menos paradas de las normales, a pesar de que la noche, puramente primaveral, invitaba a estar en la calle.

A eso de las doce y cuarto Madre e Hijo llegaban a las puertas de la iglesia, y lo hacían para preparar el cierre de la procesión: tras ponerse en paralelo, el Cristo de la Vera Cruz comenzó a moverse para entrar en la iglesia, algo que ocurría después de que los anderos, tras voltearse para que el Cristo no dejase de mirar a la Virgen en la entrada, hiciesen entrar el paso levantándolo a pulso entre los aplausos de los fieles. La Virgen seguía el mismo recorrido, si bien el peso de la talla evitaba que la levantá fuera hasta dentro de la iglesia, interrumpiéndose en el patio interior.

La entrada de las imágenes, sin embargo, no era el final del acto, pues aún quedaba el cierre dentro de la iglesia. Tras soltar al Crucificado, los Hermanos comenzaron una última procesión hasta el mismo altar mayor que también tiene mucho de simbólica, pues recuerda a aquella primera Procesión del Silencio que sobrecogió a los torrejoneros hace 18 años. En perfecta formación, los brazos de los anderos llevaron la Cruz hasta los pies del Altar, donde comenzaría el Besapiés que pone punto y final a la Estación de Penitencia de la Hermandad de la Vera Cruz.