08
Oct
2012
Pedro Rollán, portador de la imagen de la Virgen en el cierre de las Fiestas Patronales Imprimir
TorreNews - Sociedad Torrejón
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El domingo comenzó con el Homenaje a la Bandera y terminó con una multitudinaria procesión

Las Fiestas Patronales de Torrejón ya son historia, pasaban al recuerdo con la entrada de la Virgen en la Iglesia de San Juan Evangelista tras una larga procesión en la que hubo subasta, pólvora, y participación del público. Sin embargo el día comenzaba mucho antes. A las once de la mañana, y ante un importante sol de otoño, miles de personas se agolpaban en la Plaza de España para ver el acto más joven de los que componen las Fiestas, el Homenaje a la Bandera.

Y es que este protocolario comienzo del día grande de las Fiestas solo tiene cinco años de vida, aunque sea uno de los más seguidos por los vecinos. Y es que desde primera hora de la mañana muchos eran los que se agolpaban en las vallas vestidas con los colores de la bandera de España con la intención de disfrutar de un gran acto que reúne en un mismo lugar a todos los cuerpos de seguridad que operan en la localidad.

El homenaje comenzaba con la llegada del alcalde y del General de la Base, presidentes ambos del breve acto que estaba a punto de comenzar. Tras dar permiso para el inicio del protocolo, el General pasó revista a las tropas y dio paso a la entrada de la gran bandera de España que ondeará en la Plaza del mismo nombre durante todo el año. Portada por representantes de los Cuerpos, la enseña fue izada mientras sonaban los acordes del himno nacional y recibió un fuerte aplauso cuando llegó a lo más alto del mástil.

A continuación, y bajo los acordes de La muerte no es el final, el General y el alcalde colocaron una gran corona en recuer­do de los militares de todos los tiempos muertos en el desempeño de su labor, un homenaje en el que, aunque no se hizo explícito, la UME recordó a su compañero fallecido hace unos meses en un incendio.

Tras una salva de artillería, comenzaba el desfile, que abrieron, como no, los tres perros policía que componen la unidad canina de Torrejón. Tras ellos pasearon militares de la Base, la BRIPAC de Paracuellos, la UME, Protección Civil y los tres cuerpos de Policía que operan en la localidad: Policía Local, Policía Nacional, y Guardia Civil. El desfile terminaba con otra procesión; la que conduciría a autoridades y hermanos del Rosario a la Parroquia, ­donde se celebró la misa en honor a la Patrona.

Y tras el desfile los protagonistas de la mañana fueron los niños, que no dudaron en correr unos encierros muy particulares amenizados por Super Toro y Bob Esponja. Por suerte no hubo que lamentar heridos ni cornadas de gravedad, a pesar de que los astados conocían perfectamente el recorrido. Los encierros infantiles dieron paso a un pasacalles con los gigantes y cabezudos, que condujeron a los niños hasta el Recinto Centro, donde se instalaron castillos hinchables, y una pista de kart.

Los que optaron por quedarse en Plaza de España también tuvieron su recompensa: pilotar un auténtico F-18 de la Patrulla Águila en el simulador traído desde la Base. Para los mayores la diversión se encontraba al otro lado de la Zona Centro, y es que la Casa Grande se sumaba a las Fiestas por todo lo alto: poniendo en marcha sus espectaculares prensas de uva, que llevaban sin usarse varios siglos, y abriendo las puertas a su joya más valiosa: el museo de iconos, donde se guardan imágenes con más de cinco siglos de vida.

Y por la tarde, gran fin de fiesta también religioso: una multitudinaria procesión recorrió las calles del Centro para despedir a la Patrona con todos los honores. Multitudinaria, y eso que no lo tenía nada fácil, pues competía, durante una buena parte con el clásico entre Barça y Madrid. No obstante, los devotos se olvidaron del futbol y acompañaron a la Virgen del Rosario en una cálida noche.

La procesión comenzaba a las ocho y media como mandan los cánones, con la subasta de las cintas y el Rosario que luce la imagen de la Virgen, una subasta en la que se notó y mucho la crisis, ya que la cinta más cara costó 50.000 pesetas, 300 euros, mientras que las dos mas baratas se vendieron por 12.000, 72 euros. El Rosario por su parte fue adjudicado por un precio bastante mayor: 180.000 pesetas, algo más de mil euros.

Y terminada la puja, comenzaba el desfile. La Hermandad del Rosario había preparado una novedad importante para esta procesión: los vecinos podrían llevar la imagen durante una parte del recorrido. La decisión, muy bien acogida, pronto se encontró con la cruda realidad: el peso de la imagen y el palio es mucho incluso para las cuarenta personas que lo portan, por lo que los aventurados vecinos tenían que hacer relevos mucho más a menudo de lo habitual. Aunque no todos: un vecino decidió portar la imagen, en principio, durante una parte del trayecto, y acabó llevando a la Virgen hasta la misma iglesia, Pedro Rollán.

Y es que el alcalde comenzó la Procesión con las autoridades y la terminó entre los costaleros, no en vano es Caballero de la Virgen. Rollán, con un cansancio considerable, se convirtió en andero en dos momentos del recorrido: primero, en la calle Ajalvir, y después en la calle Los Curas. Al pasar por el Ayuntamiento, el alcalde volvió a poner su hombro a disposición de la Patrona llevándola hasta el interior del templo, ante la sorpresa de los vecinos, que no dudaron en fotografiarle.

Pero la participación de Rollán no fue la única sorpresa que deparó la Procesión. Al llegar a la Plaza esperaba a la Virgen una gran cascada de pólvora, que marcó el recorrido a seguir en el último tramo del acto. La pólvora iluminó la Plaza ante la mirada de los vecinos y abrió la parte final del acto.

La imagen de la Virgen recorrió los últimos metros, con más dificultades de las previstas, y obligando a los costaleros a agacharse para conseguir pasar bajo los frondosos árboles que jalonan la Plaza. Tras los malabarismos, la Patrona llegó a la Puerta del Sol, donde, tras ser elevada a los cielos, recibió una lluvia de pétalos de rosa.

El acto se cerraba, como es habitual, a eso de las once y veinte de la noche en el interior de la Iglesia, con el rezo de la tradicional Salve dedicada a la Virgen del Rosario.