21
Mar
2021
Me cuesta tanto olvidarte Imprimir
Punto D Vista - Otra mirada
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Jesús Hernández Gallardo

Una vez transcurrido el tiempo, cuando la vida ha echado encima de los recuerdos capas con nuevas vivencias, parece se va amontonando y ocultando en una zona escondida de la memoria. Las capas tupidas de pasado van siendo tapadas por otras más recientes que hacen difícil la realidad predominante.

Las circunstancias nos obligan a hacer el esfuerzo y revivir la herida abierta, porque son muescas que nos han ido forjando en momentos de extrema dureza. Pero estas leyes de eutanasia y modernidades que van apareciendo en liza política, animan a Bildu y otros acompañantes en la política y reactivan todavía más el pasado y lo recolocan en primera línea:

Era una primavera, cercana al verano de 1989, cuando todavía las luces dejaban ver siluetas alrededor de las 21,30 h. aproximadamente. Yo entraba de servicio de noche a la Prisión de Madrid-1 (ahora ya de mujeres) en Alcalá de Henares, enfrente está la de Madrid-2 (llamada de manera incorrecta por los medios de comunicación Alcalá- Meco).

Estando en la oficina, una vez transcurridas algo más de dos horas, escuchamos un sonido grave acompañado de un temblor en el suelo que nos sobresaltó. Fue más evidente el temblor, nos dejó helados a mi compañero y a mí, por ello nos miramos y llamamos por teléfono a la Guardia Civil, quien nos dijo que desde las garitas exteriores a la prisión, a unos 400 metros se veían llamaradas, como un incendio que se iba haciendo fuerte, pero la confusión dominaba el momento y no fue capaz de precisar más. Mi compañero, Jefe de Servicios, quiso saber realmente el alcance de esa incidencia y por ello se encaminó para el lugar. Me contó todo ello al regreso. Vio un automóvil desguazado por las llamas, donde ya estaban tratando de sofocar los bomberos, a su vez ambulancias iban llegando y personal de emergencias.

Todo ello estaba acordonado, la carretera cortada al tráfico y gritos de personas heridas alarmaban toda la escena. Era evidente, un atentado de la banda terrorista ETA, que trataba de penalizar la “represión de las cárceles” atentando contra Policía Nacional y Funcionarios de Prisiones.

En la salida de los funcionarios de servicio de tarde, en su coche particular, un compañero se encontró a dos personas que lo trataban de parar con su brazo gesticulando, pero sagazmente, se pudo percatar que uno de ellos portaba en la espalda algo con una cinta, asomando por un costado una bocacha de un arma de fuego. De manera instintiva, en vez de frenar aceleró, tratando de retirarse del lugar por sospechar que se trataba de una trampa de un comando terrorista. Los dos miembros del comando reaccionaron ametrallando el coche del funcionario e hiriendo a éste en el glúteo. El coche llegó hasta un rastrojo, próximo a la carretera y allí, a cierta distancia de los terroristas, salió del coche y zigzagueando, ayudándose con los codos, pudo alejarse del coche, fuera del alcance de la vista de los terroristas. Estos, con el coche ya en su poder, se despreocuparon del funcionario y tan solo se valieron del vehículo. Lo cargaron de una potente bomba y muchas tuercas (que les valiera de metralla) y lo dejaron en las inmediaciones de la carretera, donde poco después pasaría el autobús de la Policía Nacional que conducía a los que habían trabajado en el turno de tarde a Alcalá de Henares.

El funcionario herido, con la mente obsesivamente centrada en los terroristas que le ametrallaron, seguía su recorrido valiéndose de los codos y piernas para alejarse del lugar, habiendo escuchado la bomba estallar y aterrorizado. Cuando se rastreó el terreno por la Guardia Civil, dieron con él, pero el herido solo decía: “no me matéis, no me matéis”. Le llevaron inmediatamente al Hospital Príncipe de Asturias, cercano al lugar para recuperarle del trauma y heridas producidas por el disparo.

La bomba colocada en el coche se llevó por delante a dos policías que se adelantaron al paso del autobús, tratando de encontrar algún síntoma que pudiera representar peligro de atentado. Los terroristas, viendo en la distancia la escena, decidieron explotar la bomba alejados, al saber que el autobús estaba descartado. Por eso ahora, recordando aquello, habiendo transcurrido unos 32 años, me sigue viniendo a la mente las sirenas de las ambulancias, las llamas, la cara de mi compañero cuando regresó lívido y la punzada aguda que revolotea todavía. Fue duro y lo sigue siendo al recordar. Me viene a la mente esa canción de Mecano, cercana a esa época tan traumática, pero siento como una válvula de escape al oírla: “Me cuesta tanto olvidarte”.

Son muchas primaveras ya, muchos acontecimientos que han ido viniendo en ese mapa profesional, pero como este trance que he relatado no ha habido otros. Me dejó marcado para siempre. Lo traslado a otros más jóvenes, los que ahora sufren el asedio informativo e interesado de aquellos que tienen el interés de tapar esa dura época, agujereada por el terrorismo más cruel de ETA y el apoyo distraído de tantos que ahora pregonan las bondades del progresismo, esa baratija que han conseguido colar en ambientes juveniles

Ahora pueden aparecer los de Podemos, Bildu o algunos del PSOE hablando de hombres de paz, señalando a Otegui. Yo no puedo digerir este discurso embustero, vomitivo e intolerable, no obstante habrá gente que se ponga una venda en la cabeza y se lance desde el trampolín del progresismo a la piscina de la mentira. Una vez jubilado y al margen de estas cargas laborales, no tendré que asumir más vaivenes que me agiten el ánimo y el espíritu, pero podré expresar lo que sentí, el poso que me ha quedado y puedo transmitir a quien quiera oír mi experiencia.

Jesús Hernández Gallardo

Exfuncionario del Estado

Torrejón de Ardoz