07
Jul
2022
La Actualidad Supura Imprimir
Punto D Vista - Otra mirada
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Jesús Hernández Gallardo

Los que hemos estados inmersos en esa atmósfera tóxica de la locura de ETA, los que hemos estado expresamente amenazados de muerte, los que hemos sufrido las penurias emocionales de aquellas épocas inhumanas, recordamos en la actualidad todo aquello, lo irracional.

El 10 de Julio de 1997 ETA secuestra a Miguel Ángel Blanco, exigen el traslado de los presos etarras (dispersos por toda España) al País Vasco y, como es lógico, el Gobierno se niega a ello. Dos días después apareció el concejal de Ermua muerto con dos tiros en la nuca, marca de la casa asesina, ETA.

Desde el secuestro hasta que apareció muerto, recuerdo como un tic-tac de reloj que iba estrangulando la moral de mí mismo y de todos cuantos estábamos pendientes, que éramos el resto de los españoles, nos sentíamos angustiados, interiorizando la muerte del joven.

En la calle, en las tiendas, en las televisiones, radio y cualquier otro lugar que yo recuerde, no se hablaba de otra cosa. A medida que transcurría el tiempo, notabas la sombra de la muerte de Miguel Ángel, porque ETA siempre ha sido barbarie, nunca ha razonado.

Recuerdo al alcalde de Ermua, Carlos Totorica, un socialista cabal, empeñado en levantar a las gentes en favor de la vida de Miguel Ángel.

Una vez asesinado, inició el Foro de Ermua, unas reuniones basadas en la Paz y en contra del terrorismo que expresaron al mundo una lucha denodada por esos nobles principios.

Era una época que, lamentablemente, prevalecía el asesinato ante la vida; pero a partir de ese momento, todo empezó a cambiar en la mentalidad de la gente.

Se perdió el miedo atroz a ETA, la ciudadanía salió masivamente a la calle, manifestando su apuesta de paz y llamar asesinos a los terroristas a la cara, con sus manos pintadas de blanco. Los ertzainas en San Sebastián descubrían sus caras, uniéndose a los manifestantes en su lucha en favor de la paz.

Existía unión de todos los partidos democráticos y, los partidos de apoyo a ETA, parecían retroceder ante el empuje bravío de la sociedad en general. Eusko Alkartasuna y Herri Batasuna eran los partidos de apoyo en los que ETA confiaba, siempre planteaban respuestas de ambiguo valor democrático, porque su finalidad era el impulso al terrorista.

No obstante, en aquella situación de empuje democrático se les hizo recular y tragar la hiel de la realidad impuesta por clamor popular. No siguieron el mismo hilo de cobardía y ambigüedad, en aquella ocasión tomaron nota y se vieron desbordados por la rabia que afloraba de las gargantas de tantos ciudadanos.

Han pasado 25 años de aquello y, en consecuencia, todo apunta a que se han ido superando barreras y momentos duros. Es verdad, ETA ya ha sido desarticulada por las fuerzas de seguridad del Estado y faltan cerrar heridas de los familiares que pululan por este mundo con el dolor de antaño.

Pues bien, el domingo el alcalde del Ermua actual, un sanchista reflejo de Moncloa llamado Juan Carlos Abascal, no quería que los familiares de Miguel Ángel Blanco aparecieran por allí, porque están los de Bildu, socio cercano de esta pachanga de Gobierno y molesta esa dualidad manifiesta y diametralmente polarizada.

Parece ser que se ha hecho una amenaza de ausentarse masivamente del lugar del homenaje y, por motivos ajenos a Moncloa, se ha aceptado que esté su hermana Mari Mar Blanco. Las víctimas del terrorismo, la asociación más representativa, ha dicho de ausentarse, por lo tanto, se han encontrado con la vergonzosa y bochornosa alternativa de cancelar el evento.

Han tragado a regañadientes y han quedado en evidencia en la polémica suscitada.Esto ha dado un vuelco, no hay esa conciencia generalizada de antaño de apoyo a las víctimas, ahora desde el Gobierno se apoya a los asesinos y su entorno.

Eso duele profundamente en determinados círculos del PSOE constitucionalista, el que aún se acuerda de la negrura de los años 80 y 90, cuando ETA mataba políticos de PP y PSOE y tanta gente.

La vida de la política gubernativa tiene esa desafección con la sociedad, parece ser que un sillón de presidencia merece esa deslealtad, ese oscuro ramalazo que todavía vibra en la actualidad como un agujero negro que supura sin control.

 

Jesús Hernández Gallardo

Funcionario del Estado

Torrejón de Ardoz