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14
Dic
2017
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Punto D Vista - Otra mirada
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Jesús Hernández Gallardo

Mucha gente dice estar harta de la política, de todos aquellos que piensan más en sí mismos que en los intereses del prójimo y, por ello, van a la rapiña a rebuscar entre todo este espectro de locura supina.

No será nuevo esto que digo, no descubro ninguna primicia, no adelanto nada ni a nadie, pero por lo menos digo lo que pienso y suelto todos mis recelos, que son un chorro de realidades.

Hace unos pocos años los partidos, unos de derechas, otros de izquierdas, atacaban fundamentalmente las filosofías contrarias, por sentirlo así, por el convencimiento de pensar con cierta coherencia, pero ahora, en especial algún partido, no sabe ya dónde atacar, incluso ni la manera de hincar el diente a todo aquel que abre la boca y pía. Eso le pasa a Podemos y todo ese crisol de partidos que son parejos y no lo son, que son cercanos a veces y otras se distancian a convenir, dependiendo de las fructuaciones de mercados electorales. De repente, un derivado de Podemos, que ha estado unido a este ramal, que se ha identificado así, de los que aplauden a rabiar a Pablo iglesias en las convenciones, se cabrea y dice ser crítico y, de repente, sin razón ninguna que lo avale, que se sepa, comienza a distanciarse de manera destemplada y a pasos agigantados. Cuando unas cuantas facciones incluidas en la amalgama amoratada despotrican en contra de Iglesias y la pirámide de sobresalientes, es cuando me acuerdo de Bernarda y su mentado artilugio, tan gráficamente nombrado por casi todos, entre los que me incluyo sin duda alguna.

Los rebotes de unos cuantos en política, suelen ser pasajeros porque se les calla con unos puestecitos en ejecutivas, con concejalías y promesas de catapulta en las listas electorales y aquí paz y después gloria. Lo que pasa es que son tantos los momentos en que se tiene que sacar la manguera para apagar los fuegos, que el bombero se olvida, con el tiempo, de tanta dádiva o promesa y al final se vuelven a sacar las patas por delante. Esto es un sinvivir, un gallinero mal avenido, un carajal.

Estos partidos no gozan de uniones entre ellos como antaño, antes eran coaliciones, incluso si queremos "apaños" para una cruzada electoral, pero ahora son amalgamas, comunas con derecho a todo, sin disciplina ninguna que les pueda apaciguar en momentos de despotrique colectivo.

La verdad es que muchos hemos pensado desde el principio que el futuro de esas formaciones es como el de un elefante en cacharrería y, viendo lo sucedido, se puede decir que han llegado muy lejos, pero lo cierto es que han ido perdiendo credibilidad con el desgaste del tiempo y la torpeza colectiva de todas estas secciones, que al final van a parecer un mecano.

Me choca poderosamente la atención que tras ocurrir socialmente un hecho delictivo, claramente lamentable y repudiable, los de un bando lo critiquen abiertamente y los del contrario se pongan a silbar distraídamente y omitan comentario alguno, como si no pasaran por ahí, como sin querer responder por no herir a ninguno de los suyos, de su “ganadería”. Me estoy refiriendo al caso de la muerte en Zaragoza de Víctor Laínez, que se le mató por portar en su vestimenta unos tirantes con la bandera de España en toda su longitud. El presunto asesino Rodrigo Lanza al parecer pertenece a ese entorno radical extremo de la izquierda más depurada, de la firma “OKUPA” y respira filosofías tangenciales con la delincuencia más genuina. Ya fue condenado por dejar tetrapléjico a un policía y si se le mira la cara, te entra un escalofrío, de esos que se prefiere olvidar y no sentir más en la vida.

¿Qué dice de ello Pablo Iglesias? Pues nada, ese tema es tabú, más vale no levantar ampollas en los mareantes pupilos que representan ese entorno, no sea que comiencen de nuevo con las aristas que pinchan en el corazón de las siglas y regrese el ruido de sables con chinchetas incrustadas.

Cualquiera diría que por las bases de las formaciones políticas existe una catarata de defensa, complicidad, ataques o silenciados espacios de tiempo, cuando lo que sería justo es que un delito lo condene todo el arco político en bloque, ya que los políticos tendrían que ser los seres más ejemplares de la ciudadanía, al menos eso dicen los códices con una mínima base de moralidad social.

Ya saldrán huestes extremas en el juicio para defender a ultranza al presunto asesino, como si no hubiera roto un plato, como si el portador de los tirantes sea el culpable de su propia muerte por provocar con una Bandera Española en su indumentaria.

 

Jesús Hernández Gallardo

Funcionario del Estado

Torrejón de Ardoz

 

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