28
Ago
2014
Parque Europa Torrejón: Toda Europa al alcance de los torrejoneros (V); Aglaya, Eufrósine y Talía también viven en Torrejón Imprimir
Lente de Aumento - A Fondo
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El Parque contiene una sorprendente reinterpretación de Las Tres Gracias

Meses después de la inauguración el Parque Europa decidía seguir creciendo, y lo hacía con una nueva adquisición que, enseguida fue tan fotografiada como sus “vecinos”: las Tres Gracias.

Las Tres Gracias

La nueva escultura del Parque Europa no es una réplica exacta de ningún monumento europeo. Al igual que la Plaza de España, el Barco Vikingo, o la Plaza de Europa, las Tres Gracias del Parque Europa son una creación original.

O casi, porque, como sucedía en los monumentos mencionados, la réplica del Parque Europa es la fusión entre dos de las representaciones de las Gracias más conocidas: la escultura, la forma de los personajes y el material están basados en la obra del italiano Antonio Canova, mientras que la disposición y la forma del conjunto reproducen el inmortal cuadro de Rubens. En cualquier caso, la historia de las Gracias hay que buscarla mucho más atrás en el tiempo.

Las Gracias, o Cárites, eran, según la mitología griega, hijas de Zeus y la oceánide Eurínome, formaban parte de la corte que acompañaba a Afrodita, y aparecen como parte importante en los misterios eleusinos, pero quizás por lo que han pasado a la historia es por su festividad, las Caritesias, una fiesta en la que se comía torta de maíz y miel, y que han dado lugar a la fiesta del “Día de acción de Gracias”, una de las citas más importantes del calendario anglosajón.

Los griegos las consideraban diosas del encanto, la belleza, la naturaleza, la creatividad humana y la fertilidad, mientras que los romanos las convirtieron en los tres atributos que se buscaban en la mujer: Castitas, Pulchritude y Voluptas; es decir,  virgen, esposa y amante. Sin embargo, la representación por la que más se les conoce es como la tríada formada por  Aglaya, Eufrósine y Talía.

Aglaya, la resplandeciente, es la menor de las tres Gracias, además de la más hermosa, por lo que es representante de la belleza. La tradición órfica la hace esposa de Hefesto, con quien tiene a Euclea, diosa de la buena reputación; Eufema, diosa de los elogios; Eutenea, diosa de la prosperidad, y Filofrósine, diosa de la amabilidad. Estas cuatro diosas eran consideradas las virtudes que deben acompañar a la novia, pero volviendo a la madre, Aglaya, es la única que, en las representaciones artísticas tradicionales aparece completamente desnuda. Tal vez por eso, Tiresias la eligió como la más bella en un concurso entre las tres y Afrodita. La venganza de la diosa del amor fue convertir al poeta en una anciana, pero Aglaya se encargó de devolverle su forma y esconderle de las iras de la diosa.

Eufrósine simboliza la alegría, y es la Gracia intermedia. Se la suele representar junto a Acratos, el espíritu del vino no mezclado. Hay que decir que los griegos casi siempre rebajaban el vino antes de beberlo con agua, por lo que Acratos solía representar los excesos en la bebida. La representación junto a la diosa de la alegría, y en el séquito de Dionisos, no deja lugar a dudas sobre su significado. En la representación de Las Tres Gracias Eufrósine suele aparecer semidesnuda.

Talía es la mayor de las tres hermanas, y representa la abundancia y la fertilidad. Su nombre procede de una palabra griega que significa banquete muy abundante. A menudo se confunde a esta Talía con la musa del mismo nombre, pero no tienen nada que ver. Talía suele aparecer en las representaciones con flores en la cabeza, o enredaderas en la ropa.

Y es que no han sido, precisamente, poco representadas las Gracias: desde Boticelli hasta Thorvaldsen pasando por Rafael, pero a nosotros hay dos representaciones que nos interesan especialmente, la escultura de Antonio Canova, y la inmortal pintura de Pedro Pablo Rubens.

Canova esculpió sus Gracias dos veces, y por eso hay dos versiones casi idénticas de la obra. La razón es que, justo cuando había terminado de esculpir su obra, por encargo de Josefina de Beauharnais, John Russell, el duque de Berdford, se encaprichó de la escultura cuando la vio en el estudio del artista, e intentó comprarla por todos los medios. Pero no lo consiguió, y hoy la escultura descansa en el Hermitage.

Ante el fracaso, el duque no se dio por vencido y pidió a Canova la construcción de otra escultura idéntica a la ya hecha. Tres años tardó Antonio Canova en completar el tallado de cada una de las esculturas, y, en la segunda, incluso viajó a Inglaterra desde su Italia natal para aconsejar sobre cómo y dónde colocarla. Hoy se encuentra en la Galería Nacional de Escocia.

Sin embargo Canova pasará a la historia por otras dos obras de muy diferente talle: Psique reanimada por el beso del Amor, escultura considerada cumbre del Neoclasicismo; y Napoleón, el Gran Corso, busto dedicado al emperador francés, que le dio la fama en el incipiente mundo liberal que estaba naciendo.

Pero la representación más conocida de Las Tres Gracias es, sin duda, la que hizo Rubens. La más conocida, y eso que estuvo a punto de ser destruida. Rubens lo pintó entre 1635 y 1639 y su destino era formar parte de la colección privada del pintor. A su muerte, el rey Felipe IV quiso quedarse con el cuadro, y lo consiguió, haciendo a la mujer de Rubens la promesa de que nunca sería expuesto en público.

La razón es que el contenido del cuadro podía dañar seriamente la reputación del pintor. Según algunos expertos, dos de las tres Gracias representan a las dos mujeres con las que se casó Rubens: Elena Fourment e Isabel Brandt. La tercera, de espaldas, sería una mezcla de ambas. El cuadro pasó a las dependencias reales del Alcázar, y allí, en el siglo XVIII, estuvo a punto de ser destruida, porque la Inquisición consideró que la pintura no debía existir. Al final, fue salvada y recluida en una de las Salas Reservadas que tenía el Rey. En 1838, sin embargo, la pintura fue indultada y pasó a formar parte de los fondos del Museo del Prado de Madrid, donde puede verse hoy.