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20
Abr
2017
Eduardo Mendoza recordó sus lecturas del Quijote durante la entrega del Cervantes PDF Imprimir E-mail
Zona Este - Cultura Alcalá
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Foto cedida por Casa Real

El programa cultural continúa hoy con el Encuentro de Narración Oral y la actuación de Toom Pak

Sus Majestades los Reyes de España han entregado el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2016 al escritor Eduardo Mendoza. Al acto, que se ha celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá, han asistido la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría; el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo; el secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo, y numerosas personalidades de la política y la cultura.

El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte concede el Premio Miguel de Cervantes, dotado con 125.000 euros, a los escritores que contribuyen con obras de notable calidad a enriquecer el legado literario hispánico. Se otorgó por primera vez en 1976 a Jorge Guillén y desde entonces han sido 42 los autores galardonados. En 1979 el Premio se concedió ex aequo a Jorge Luis Borges y Gerardo Diego. Desde entonces, la orden de convocatoria contempla que el Premio no puede ser dividido, declarado desierto, o concedido a título póstumo.

En su discurso, Su Majestad el Rey destacó de Eduardo Mendoza, a partir del talento y la excelencia que caracteriza su obra, que “es un verdadero artesano del lenguaje, al cual usa como una herramienta de precisión que se ajusta a los diferentes registros idiomáticos que definen a los personajes de su obra. De esta forma llega a ser un maestro en el manejo del idioma para acercarnos a diversas realidades, desde la de los diferentes grupos marginales a la de las clases altas, en diferentes épocas y en diferentes lugares; e incluso llega a recurrir a las más variopintas jergas profesionales. Mendoza ha llegado a definirse como “un relojero de las frases”. Ya lo decía Juan Ramón Jiménez: “quien escribe como se habla irá más lejos en lo porvenir que quien escribe como se escribe”.

También subrayó que “En la obra de Mendoza conviven el castellano y el catalán, lengua esta última en la que ha escrito -hasta el momento- dos obras teatrales. Esta convivencia es algo natural en su ciudad, Barcelona, que tan bien nos describe en sus novelas, por lo que el autor está considerado como un verdadero “biógrafo” de la capital catalana, desde la época de la Exposición Universal de 1888 hasta la actualidad, pasando por los convulsos inicios del siglo XX, la posguerra o por los momentos anteriores a los Juegos Olímpicos de 1992. Este papel destacado de una ciudad no debe interpretarse en el sentido de un mero localismo: en las situaciones y vivencias de sus personajes hay rasgos universales, que responden a lo que escribía Miguel de Unamuno en 1900: es labor del creador hallar lo universal en las entrañas de lo local”.

De Barcelona Don Felipe destacó que “es más que un sujeto pasivo en la literatura de Mendoza y de otros tantos autores: es indudablemente una de las grandes capitales mundiales del libro. Desde hace décadas ha propiciado un extraordinario ecosistema cultural que ha apoyado y difundido a un buen número de creadores. Barcelona ha sido la ciudad que vio nacer a otros grandes escritores merecedores del Premio Cervantes, como Juan Marsé o Ana María Matute, así como al anterior Premio Cervantes español, Juan Goytisolo, galardonado en 2014”.

A su llegada a la Universidad de Alcalá de Henares, Sus Majestades los Reyes fueron recibidos por la vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia y para las Administraciones Territoriales, Soraya Sáenz de Santamaría y por el general jefe del Mando Aéreo General, José María Salom.

A continuación, Don Felipe pasó revista a una Compañía de Honores y seguidamente, ya junto a Su Majestad la Reina, recibieron el saludo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo; el alcalde de Alcalá de Henares, Javier Rodríguez; el secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo; el rector magnífico de la Universidad de Alcalá de Henares, Fernando Galván y del director general de Industrias Culturales y del Libro, Oscar Sáenz de Santamaría. Eduardo Mendoza, galardonado en esta edición de 2016, recibió a Don Felipe y Doña Letizia en la entrada del Paraninfo, lo que dio paso al acto propiamente dicho, que estuvo precedido por la interpretación del Himno Nacional.

La interpretación del "Gaudeamus Igitur", por el Coro de la Universidad de Alcalá de Henares, puso el colofón al acto. Don Felipe y Doña Letizia tuvieron la oportunidad de conversar con el galardonado, sus familiares y las principales autoridades asistentes al acto.

El Premio "Miguel de Cervantes" es el máximo reconocimiento a la labor creadora de escritores españoles e hispanoamericanos. Este galardón, que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, rinde anualmente público testimonio de admiración a la figura de un escritor que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer de forma notable del patrimonio literario en lengua española.

La relación de los galardonados con el Premio Cervantes constituye la más clara evidencia de su significación para la cultura en lengua castellana. Jorge Guillén, Alejo Carpentier, Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Jorge Luis Borges (conjuntamente), Juan Carlos Onetti, Octavio Paz, Luis Rosales, Rafael Alberti, Ernesto Sábato, Gonzalo Torrente Ballester, Antonio Buero Vallejo, Carlos Fuentes, Maria Zambrano, Augusto Roa Bastos, Adolfo Bioy Casares, Francisco Ayala García-Duarte, Dulce María Loynaz del Castillo, Miguel Delibes Setién, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela Trulock, José García Nieto, Guillermo Cabrera Infante, José Hierro del Real, Jorge Edwards, Francisco Umbral,Álvaro Mutis, José Jiménez Lozano, Gonzalo Rojas, Rafael Sánchez Ferlosio, Sergio Pitol, Antonio Gamoneda Lobón, Juan Gelman, Juan Marsé, José Emilio Pacheco Berny, Ana María Matute y Nicanor Parra, José Manuel Caballero, Elena Poniatowska, Juan Goytisolo Gay y Fernando del Paso Morante componen la nómina de autores que han recibido el premio en ediciones anteriores.

El jurado de esta edición resolvió distinguir a Eduardo Mendoza "porque, con la publicación en 1975 de "La verdad sobre el caso Savolta", inaugura una nueva etapa de la narrativa española en la que se devolvió al lector el goce por el relato y el interés por la historia que se cuenta, que ha mantenido a lo largo de su brillante carrera como novelista. Eduardo Mendoza, en la estela de la mejor tradición cervantina, posee una lengua literaria llena de sutilezas e ironía, algo que el gran público y la crítica siempre supieron reconocer, además de su extraordinaria proyección internacional".

Componían el jurado Pedro Álvarez de Miranda, representante de la Real Academia Española, que además actuó como presidente; Ana María Nafría, de la Academia Salvadoreña de la Lengua; Antonio Sánchez Trigueros, designado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Liliana Weinberg, por la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL); Luisa Castro, por el director del Instituto Cervantes; Fernando Rodríguez Lafuente, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte; María Luisa Ciriza, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Teodoro Rentería, por la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP); y Urszula Aszyk-Bangs, por la Asociación Internacional de Hispanistas. José Pascual Marco, director general de Industrias Culturales y del Libro, ejerció como secretario (con voz pero sin voto), y como secretaria de actas (también con voz pero sin voto) Mónica Fernández, subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Española.

Nacido en Barcelona en 1943, Eduardo Mendoza se licenció en Derecho por la Universidad de Barcelona, y, tras residir un año becado en Londres y ejercer la abogacía en Barcelona, en 1973 se trasladó a Nueva York, donde trabajó como traductor para Naciones Unidas durante casi una década.

En 1975 publicó su primera novela, "La verdad sobre el caso Savolta". Ambientada en Barcelona durante las tensiones revolucionarias de los años 1917-1918, obtuvo el Premio de la Crítica y un gran éxito de público. Sus dos siguientes novelas, "El misterio de la cripta embrujada" (1979) y "El laberinto de las aceitunas" (1982), son una parodia en clave picaresca del género policíaco y las primeras de una serie protagonizada por un detective salido de un manicomio.

En "La ciudad de los prodigios" (1986), que obtuvo el Premio Ciudad de Barcelona, la protagonista vuelve a ser Barcelona, esta vez entre las exposiciones universales de 1888 y 1929. Posteriormente ha publicado "La isla inaudita" (1989); "Sin noticias de Gurb" (1991) ; "El año del diluvio" (1992) ; "Una comedia ligera" (1996), por la que obtuvo en París, en 1998, el Premio al Mejor Libro Extranjero, referido además a todo el conjunto de su obra; "La aventura del tocador de señoras" (2001), Premio al Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid; "El último trayecto de Horacio Dos" (2002); "Mauricio o las elecciones primarias" (2006), Premio de Novela Fundación José Manuel Lara; "El asombroso viaje de Pomponio Flato" (2008), Premio Terenci Moix y Pluma de Plata de la Feria del Libro de Bilbao; y "Riña de gatos: Madrid 1936", Premio Planeta 2010 y reconocida también con los Premios Qué Leer (día de Sant Jordi) y Premio literario Arcebispo Juan de San Clemente.

Sus últimas novelas "El enredo de la bolsa o la vida" (2012) y "El secreto de la modelo extraviada" (2015), vuelven a contar con el paródico detective del manicomio como protagonista. Algunas de estas novelas como "La verdad sobre el caso Savolta", "El misterio de la cripta embrujada" y "La ciudad de los prodigios" han sido llevadas al cine. Es también autor de los libros de relatos "Tres vidas de santos" (2009) y "El camino del cole" (2011, literatura infantil); y de traducciones de obras de Edward Morgan Forster, William Shakespeare y Lord Byron. En 1989 estrenó su primera obra teatral, "Restauració", escrita en verso libre y en catalán. Otras obras suyas son "Gloria" y "Graves cuestiones". Además, alguna de sus novelas ha sido llevada al teatro, como "Sin noticias de Gurb". Entre las traducciones y adaptaciones de obras teatrales que ha realizado pueden mencionarse "El sueño de una noche de verano de Shakespeare", en 1986; "Panorama desde el puente", de Arthur Miller; "Fedra", de Jean Racine, un trabajo que firmó con Pere Gimferrer sobre una traducción de Rosa Chacel; o "Invernadero", de Harold Pinter, entre otras. En noviembre de 2016 gana el Premio Cervantes, el máximo galardón en lengua castellana.

El jurado que otorgó el Premio Cervantes a Eduardo Mendoza el pasado 30 de noviembre estuvo compuesto por Pedro Álvarez de Miranda, representante de la Real Academia Española, que además actuó como presidente; Ana María Nafría, de la Academia Salvadoreña de la Lengua; Antonio Sánchez Trigueros, designado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Liliana Weinberg, por la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL); Luisa Castro, por el director del Instituto Cervantes; Fernando Rodríguez Lafuente, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte; María Luisa Ciriza, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Teodoro Rentería, por la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP); y Urszula Aszyk-Bangs, por la Asociación Internacional de Hispanistas.

El director general de Industrias Culturales y del Libro actuó como secretario (con voz pero sin voto); y como secretaria de actas (también con voz pero sin voto), la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Española. Eduardo Mendoza Garriga (Barcelona, 1943) es licenciado en Derecho. Residió en Nueva York trabajando como traductor simultáneo para la ONU. Fue profesor en la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad Pompeu Fabra.

Ha publicado las novelas La verdad sobre el caso Savolta (1975), que obtuvo el Premio de la Crítica; El misterio de la cripta embrujada (1979); El laberinto de las aceitunas (1982); La ciudad de los prodigios (1986), Premio Ciudad de Barcelona; La isla inaudita (1989); Sin noticias de Gurb (1991); El año del diluvio (1992); Una comedia ligera (1996), por la que obtuvo en París en 1998, el Premio al Mejor Libro Extranjero, referido además a todo el conjunto de su obra; La aventura del tocador de señoras (2001), Premio al Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid; El último trayecto de Horacio Dos (2002); Mauricio o las elecciones primarias (2006), Premio de Novela Fundación José Manuel Lara; El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008), Premio Terenci Moix y Pluma de Plata de la Feria del Libro de Bilbao; el libro de relatos Tres vidas de santos (2009); y Riña de gatos: Madrid 1936, galardonada con el Premio Planeta en 2010. Ha participado junto con otros autores en la obra Mi madre es un pez (2011) y sus obras más recientes han sido El enredo de la bolsa y la vida (2012) y El secreto de la modelo extraviada (2015). Ha recibido el Premio Nacional de Literatura de la Generalitat de Cataluña en 2013.

Algunas obras suyas han sido llevadas al cine como La verdad sobre el caso SavoltaEl misterio de la cripta embrujadaLa ciudad de los prodigios. En 1990 estrenó una obra de teatro, escrita en verso libre y en catalán, titulada Restauració. En 1991 esta obra de teatro, traducida al castellano por el propio autor, abrió la edición del Festival Internacional de Teatro de Madrid y fue presentada en el Festival Internacional de Teatro que se celebró en Lisboa, Oporto y Evora. Además de autor teatral realiza adaptaciones teatrales, como la versión de la obra de Arthur Miller Panorama desde el puente estrenada en el Teatro Albéniz de Madrid en 2001 y la obra de William Shakespeare El sueño de una noche de verano en el 2003. Ha traducido, entre otros, a William Shakespeare, Lord Byron y Edward Morgan Forster.

El alcalde de Alcalá de Henares, Javier Rodríguez Palacios, ha querido felicitar al premiado, al que ha definido como “un brillante escritor español que nos ha acompañado durante las últimas décadas mostrándonos con profundidad y maestría partes esenciales de nuestra historia (La verdad sobre el caso Savolta, La ciudad de los prodigios) o arrancándonos una sonrisa con personajes inolvidables (Sin noticias de Gurb, El laberinto de las aceitunas, La aventura del tocador de señoras)”

Rodríguez Palacios ha destacado que “Alcalá de Henares se ha sentido hoy orgullosa de recibir a Eduardo Mendoza como nuevo Premio Cervantes. La entrega del Premio ha sido sólo el inicio de un completo programa de actividades que hemos diseñado desde el Ayuntamiento para despedir el IV Centenario del fallecimiento de nuestro hijo más ilustre”.

Asimismo, el primer edil ha aprovechado para invitar a todos los que lo deseen a participar de los 66 actos distribuidos en 32 espacios diferentes que se desarrollarán en la ciudad hasta el domingo, cuando se procederá a la quema de una gran falla Cervantina que se ha ubicado en la Plaza de los Santos Niños.

La jornada del día grande de las letras en España, con la entrega del Premio Cervantes, comenzaba con el tradicional homenaje de la ciudad a Miguel de Cervantes en el IV Centenario de su muerte, consistente en la ofrenda de una corona de laurel a los pies de la estatua del escritor que preside la Plaza de Cervantes. El alcalde de Alcalá de Henares, Javier Rodríguez Palacios, portando el bastón de mando de la ciudad, ha encabezado la procesión cívica desde la puerta del Ayuntamiento hasta la estatua.

Una vez concluida la ceremonia, se procedió a la inauguración de la Exposición ‘Eduardo Mendoza y la Ciudad de los Prodigios’ en el Museo Luis González Robles de la UAH. La muestra está organizada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Universidad de Alcalá, con la colaboración del Arxiu Fotogràfic del Ajuntament de Barcelona.

Ya a las 18:00 horas tuvo lugar el tradicional encuentro del premiado con los universitarios. Durante el mismo tendrá lugar la presentación del libro 'Las barbas del profeta' (FCE y Universidad de Alcalá). El encuentro, que tendrá lugar en el Salón de Actos del Rectorado,contará con la presencia de Eduardo Mendoza, Ana Casas, Antonio Fernández Ferrer y Fernando Galván. 'Las barbas del profeta', texto inédito del autor, es un viaje distintos pasajes de la Historia Sagrada que estudió de niño, y que constituye 'la primera fuente de verdadera literatura a la que me vi expuesto'.

El Premio Cervantes, el más prestigioso galardón de las letras en lengua castellana, se otorga al escritor que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispano. El jurado del Premio reconoce que 'con la publicación en 1975 de 'La verdad sobre el caso Savolta' se inaugura una nueva etapa de la narrativa española en la que se devolvió al lector el gozo por el relato y el interés por la historia que se cuenta'. Durante el acto público celebrado el pasado mes de noviembre para anunciar el fallo del jurado en la Secretaría de Estado de Cultura, el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, señaló que 'Eduardo Mendoza, en la estela de la mejor tradición cervantina, posee una lengua literaria, llena de sutilezas e ironía, algo que el gran público y la crítica supieron reconocer, además de una extraordinaria proyección internacional'.

La programación de los “Cuatro días para el final de un Centenario”, organizada por el Ayuntamiento de Alcalá de Henares para cerrar el IV Centenario de la muerte de Cervantes, citará a los mejores profesionales de la palabra en sesiones de cuentacuentos para todos los públicos en el Antiguo Hospital de Santa María la Rica y en la Plaza de Palacio. Esta nueva edición forma también parte del Festival de la Palabra, organizado por la Universidad de Alcalá y el consistorio complutense.

Los alcalaínos Légolas Colectivo Escénico son los anfitriones del Encuentro, que celebrará sesiones en el Antiguo Hospital de Santa María la Rica los días 21, 22 y 23 de abril, así como al aire libre, en la Plaza de Palacio, los días 22 y 23. El viernes 21 habrá un sesión para público familiar, a partir de 4 años, en Santa María la Rica a las 18:30 horas, con “¡Anda que no!”, a cargo de Filiberto Chamorro, y otra para público adulto, también en Santa María la Rica, a las 21 horas, “Los retablos de Román Calvo”, con Martha Escudero.

El sábado 22 de abril, a las 11:30 horas, será el turno de “Tres Sueños”, un cuentacuentos para bebés contado por Cristina Verbera, “Blanca como la nieve”, con Alicia Bululú a las 18:30 horas, “Historias de las lenguas muertas”, dirigido a público adulto, de Oswaldo Pai, a las 21 horas, y la Sesión Colectiva en Plaza de Palacio a las 12:30 horas con todos estos narradores. El domingo 23 volverá “Tres Sueños” al Hospital de Santa María la Rica a las 11:30 horas, y la Sesión Colectiva a las 12:30 horas a Plaza de Palacio. Las entradas cuestan 2 euros, y se pueden adquirir en la taquilla del Teatro Salón Cervantes.

El viernes y el sábado, 21 y 22 de abril, el Teatro Salón Cervantes celebrará jornadas de puertas abiertas durante las cuales se podrá visitar el edificio por dentro y sus dependencias, conocer el funcionamiento de su maquinaria y su tramoya, sus instalaciones, su historia y algunos recovecos curiosos. Acompañados por el personal técnico y auxiliar del Teatro se realizará un recorrido para atravesar los entresijos del edificio, el escenario, los almacenes, los camerinos o la cabina técnica.

La entrada será libre hasta completar aforo, en grupos de un máximo de 30 personas. El viernes las visitas serán a las 17:00, 18:00 y 19:00 horas, y le sábado a las 11:00. 12:00y 13:00 horas. Será necesaria la inscripción previa en las propias taquillas del teatro o a través del correo electrónico tsc.sala@ayto-alcaladehenares.es, previa descarga de la solicitud den www.culturalcala.es

El Teatro Salón Cervantes fue construido sobre el solar de la huerta del Convento de los Padres Capuchinos. Fue erigido en 1888 en el tiempo récord de 29 días. Tanto la fachada como el interior son consecuencia de una reforma llevada a cabo en 1925. De planta rectangular, también se ha utilizado como sala de baile, como cine comercial e incluso como sala de bingo; cuenta además con dos pisos de palcos, un escenario a la italiana y una fachada tríptica modernista.

Fue rehabilitado y reinaugurado en 1989 y actualmente todos los fines de semana ofrece un variado programa de espectáculos. La citada rehabilitación estuvo a cargo de Miguel Verdú Belmonte que recibió en Premio Ciudad de Alcalá de Arquitectura en el año 2000. El jurado se lo concedió “por la rehabilitación funcional y arquitectónica del edificio, en atención a su economía de medios, sobriedad y discreción, así como el respeto por los valores originales del entorno y del edificio mismo, que ha permitido recuperar para la ciudad la actividad teatral y cultural”.

La percusión, el ritmo y la emoción de la compañía musical Toom Pak llegarán este viernes a partir de las 21:30 horas a la Plaza de Cervantes, en el marco de los actos organizados en Alcalá de Henares para cerrar la conmemoración del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. Regresan a la ciudad que les vio nacer como grupo en 2003 para participar en estos “Cuatro días para el final de un centenario” con su propuesta Reciclart 2.0, un espectáculo musical para todos los públicos.

Reciclart busca la emoción provocada por la música que se funde con la sorpresa que causan los instrumentos, y con la energía trans­mitida por los Toom-Pak. Bidones, radiales, tuberías, llantas, cubos, palos, botellas… objetos todos procedentes de la basura y converti­dos por arte de los Toom-Pak en instrumentos sonoros, en portadores de vigor, felicidad y emoción.

La Concejalía de Cultura de Alcalá de Henares se suma a la celebración de la Noche de los Libros con cuatro actividades en las Bibliotecas Públicas Municipales María Zambrano y Cardenal Cisneros el viernes 21 de abril y el sábado 22 de abril. Tres cuentacuentos y una película se unen a la conmemoración del final del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes en la semana de las letras alcalaína.

Hoy a las 18:00 horas, la BPM María Zambrano acogerá el cuentacuentos en inglés “Las aventuras del Rey Arturo”, para niños y niñas de 6 a 10 años. También a las 18:00 horas, la BPM Cardenal Cisneros proyectará una película basada en el relato de Michael Lewis “La gran apuesta”: una cita para conocer y debatir sobre el mundo del cine y la literatura a cargo del crítico de cine Jesús Miguel Sáez González. La noche del 21 de abril, a las 20:00 horas, se celebrará el cuentacuentos para adultos “Cuentos irreverentes”, de Alberto Sebastián, en la BPM Cardenal Cisneros.

El sábado 22 de abril, el cuentacuentos musical “La brujita Chispita y Agustín el calcetín”, en la BPM Cardenal Cisneros a las 12:00 horas, cerrará la Noche de los Libros de Alcalá de Henares. En él, los niños y niñas participarán en cada cuento cantando, completando historias y creando efectos como lluvia o viento.

 

Discurso de Eduardo Mendoza en la entrega del Cervantes

Majestades, autoridades, señoras y señores, No creo equivocarme si digo que la posición que ocupo, aquí, en este mismo momento, es envidiable para todo el mundo, excepto para mí. Han transcurrido varios meses desde que me llamó el señor Ministro para comunicarme que me había sido concedido el premio Cervantes y todavía no sé cómo debo reaccionar. Espero no haber quedado mal entonces, ni quedar mal ahora, ni en el futuro. Porque un premio de esta importancia, tanto por lo que representa como por las personas que lo han recibido a lo largo de los años, no es fácil de asimilar adecuadamente, sin orgullo ni modestia.

No peco de insincero al decir que nunca esperé recibirlo. En mis escritos he practicado con reincidencia el género humorístico y estaba convencido de que eso me pondría a salvo de muchas responsabilidades. Ya veo que me equivoqué. Quiero pensar que al premiarme a mí, el jurado ha querido premiar este género, el del humor, que ha dado nombres tan ilustres a la literatura española, pero que a menudo y de un modo tácito se considera un género menor. Yo no lo veo así. Y aunque fuera un género menor, igualmente habría que buscar y reconocer en él la excelencia. Pero no soy yo quien ha de explicar las razones del jurado ni menos aún justificar su decisión.

Tan sólo expresarle mi más profundo agradecimiento y decirles, plagiando una frase ajena, que me considero un invitado entre los grandes. 2 En el acta que nos acaba de ser leída, se me honra mencionando mi vinculación con la obra de Cervantes. Es una vinculación que admito con especial satisfacción. He sido y sigo siendo un fiel lector de Cervantes y, como es lógico, un asiduo lector del Quijote. Con mucha frecuencia acudo a sus páginas como quien visita a un buen amigo, a sabiendas de que siempre pasará un rato agradable y enriquecedor. Y así es: con cada relectura el libro mejora y, de paso, mejora el lector. Pero en mi memoria quedan cuatro lecturas cabales del Quijote, que ahora me gustaría recordar.

Leí por primera vez el Quijote por obligación, en la escuela. En algún sitio he leído que la presencia obligatoria del Quijote en la enseñanza no pasa de ser una leyenda urbana. Es cierto, pero toda regla tiene su excepción. En nuestro copioso surtido de planes de enseñanza, hubo, tiempo atrás, un curso llamado preuniversitario, coloquialmente “el preu”, cuyo programa era monográfico, es decir: un solo tema por cada materia. A los que hicimos preuniversitario el año académico de 1959/60 nos tocó leer y comentar el Quijote, tanto a los que habíamos optado por el bachillerato de letras como por el de ciencias. A diferencia de lo que ocurre hoy, en la enseñanza de aquella época prevalecía la educación humanística, en detrimento del conocimiento científico, de conformidad con el lema entonces vigente: que inventen ellos.

Las cosas cambian de nombre en función de la distancia. El suelo que ahora piso se llama paisaje cuando está lejos. Y cuando ya no está, se llama Geografía. Del mismo modo, la pomposa abstracción que hoy llamamos Humanidades, antes se llamaba, humildemente, Curso de Lengua y Literatura. Y para mis compañeros de curso y para mí, aún más humildemente, la clase del Hermano Anselmo. El colegio donde se encontraba esta clase era un edificio vetusto, de ladrillo oscuro, frío en invierno, en una Barcelona muy distinta de la que es hoy. Por las ventanas se veían las cuatro torres de la Sagrada Familia tal como las dejó Gaudí, negras de hollín y felizmente dejadas de la mano de Dios. En la clase de Literatura nos enseñaban algunas cosas que luego no me han servido de mucho, pero que me gustó aprender y me gusta recordar.

Por ejemplo, la diferencia entre sinécdoque, metonimia y epanadiplosis. O que un soneto es una composición de catorce versos a la que siempre le sobran diez. Y allí, contra aquel fiero rebaño compuesto por treinta adolescentes sin chicas que era la clase del Hermano Anselmo, arremetió lanza en ristre don Alonso Quijano el Bueno, no sé si en la edición de Riquer o en la de Zamora Vicente para la lectura, y en la desmesurada edición de Rodríguez Marín para ir por nota. Porque de esto hace mucho y el Profesor don Francisco Rico aún no había alcanzado el uso de razón.

La verdad es que don Quijote y Sancho no fueron bien recibidos. Nuestra imaginación literaria se nutría de El Coyote y Hazañas Bélicas y las sesiones dobles del cine de barrio eran nuestro Shangri-La. Pero el Siglo de Oro, francamente, no. Hay que decir, en nuestro descargo, que en aquellos años, que Juan Marsé llamó de incienso y plomo, la figura de don Quijote había sido secuestrada por la retórica oficial para convertirla en el arquetipo de nuestra raza y el adalid de un imperio de fanfarria y cartón piedra. También, solo o con Sancho, a pie o a caballo, se vendía a la gruesa en estaciones y aeropuertos, y en muchos hogares estaba presente como cenicero, pisapapeles o apoyalibros. Malas tarjetas de visita para un aspirante a superhéroe. Pero entonces no se iba a la escuela a jugar, sino a estudiar y a obedecer. Tampoco nos apetecía aprender de memoria los afluentes del Ebro. Y con el mismo entusiasmo emprendimos la lectura de lo que parecía ser una tortura dividida en dos partes.

Como es de suponer de inmediato y casi contra mi voluntad me rendí a su encanto. Curiosamente, lo que me fascinó entonces no fue la figura de don Quijote, ni sus empresas y sus infortunios, sino el lenguaje cervantino. Desde niño yo quería ser escritor. Pero hasta ese momento los resultados no se correspondían ni con el entusiasmo ni con el empeño. Las vocaciones tempranas son árboles con muchas hojas, poco tronco y ninguna raíz. Yo estaba empeñado en escribir, pero no sabía ni cómo ni sobre qué. La lectura del Quijote fue un bálsamo y una revelación.

De Cervantes aprendí que se podía cualquier cosa: relatar una acción, plantear una situación, describir un paisaje, transcribir un diálogo, intercalar un discurso o hacer un comentario, sin forzar la prosa, con claridad, sencillez, musicalidad y elegancia “Apeáronse don Quijote y Sancho y, dejando al jumento y a Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco a las alforjas y, sin ceremonia alguna, en buena paz y compañía, amo y mozo comieron lo que ellas hallaron”. No se puede dar una información más expresiva con palabras más sencillas y una sintaxis más limpia. Cuál no sería mi entusiasmo que traté de compartirlo con mi padre, hombre aficionado a la literatura. Mi padre me escuchó y me respondió que sí, que bueno, pero que era mejor Lope de Vega. Hasta en eso teníamos que disentir.

Leí el Quijote de cabo a rabo por segunda vez una década más tarde. Yo ya era lo que en tiempos de Cervantes se llamaba un bachiller, quizá un licenciado, lo que hoy se llama un joven cualificado, y lo que en todas las épocas se ha llamado un tonto. 5 Llevaba el pelo revuelto y lucía un fiero bigote. Era ignorante, inexperto y pretencioso. Pero no había perdido el entusiasmo. Seguía escribiendo con perseverancia, todavía con pasos aún inciertos, en busca una voz propia. Como tenía otros modelos literarios, de mayor graduación alcohólica, por decirlo de algún modo, como Dostoievski, Kafka, Proust y Joyce), en esa ocasión me atrajo sobre todo el Caballero de la Triste Figura, su tenacidad y su arrojo. Porque, salvando todas las distancias, yo aspiraba a lo mismo que don Alonso Quijano: correr mundo, tener amores imposibles y deshacer entuertos.

Algo conseguí de lo primero; en lo segundo me llevé bastantes chascos, y en lugar de deshacer entuertos, causé algunos, más por irreflexión que por mala voluntad. Tampoco a don Quijote le salen bien las cosas. También él se equivoca en el planteamiento. Cree seguir las normas de la Caballería andante pero es un hijo de Erasmo y de la Reforma. Para él no son las leyes humanas o divinas las que determinan su conducta, sino la ética personal. Cree defender a los débiles pero defiende a los rebeldes y a los que luchan por la libertad, aunque sean delincuentes. Antepone sus deseos a la realidad, y es, en definitiva, el paradigma del idealismo desencaminado, si esta expresión no es una redundancia.

Poco importa, porque “la gloria de haber emprendido esta hazaña no la podrá oscurecer malicia alguna”. Y por eso me gustaba. Porque si Cervantes es hijo de Erasmo, yo era hijo del Romanticismo, y no me atraían los héroes épicos sino los héroes trágicos. Un héroe épico se vuelve un pelma cuando ya ha hecho lo suyo. En cambio un héroe trágico nunca deja de ser un héroe, porque es un héroe que se equivoca. Y en eso a don Quijote, como a mí, no nos ganaba nadie.

La tercera vez que leí el Quijote ya era, al menos nominalmente, lo que nuestro código civil llama “un buen padre de familia”. Cuando emprendí esta nueva lectura del Quijote no tenía motivos de queja. Como don Quijote, había recibido algunos palos, ni muchos ni muy fuertes. Como Sancho Panza, me había apeado muchas veces del burro. Pero había conseguido publicar algunos libros que habían recibido un trato benévolo de la crítica y una buena acogida del público. Hago un paréntesis para decir que, sin quitarme el mérito que me pueda corresponder, mucho debo al apoyo y, sobre todo, al cariño de algunas personas. Y creo que sería injusto silenciar, a este respecto, la contribución especial de dos personas a mi carrera literaria. Una es Pere Gimferrer, que me dio la primera oportunidad y es mi editor vitalicio y mi amigo incondicional. La otra es, por supuesto, Carmen Balcells, cuya ausencia empaña la alegría de este acto.

En aquella tercera lectura del Quijote, descubrí y admiré el humor que preside la novela. Lo que digo puede parecer una obviedad, , pero a mi juicio no lo es. Cuando el Quijote vio la luz sin duda fue recibido y leído como un libro cómico. Pero los tiempos cambian y aunque el humor es el mismo, nuestra percepción de lo cómico ha cambiado. En este sentido, en la actualidad el Quijote ha perdido buena parte de su comicidad. Visto desde mi perspectiva, los episodios jocosos no son muchos ni muy variados. Hay alguno espléndido, como el de los molinos de viento, pero el resto repiten un patrón convencional: confusión y paliza. Una parodia del estilo artificioso de las novelas de caballerías y varias intervenciones divertidas de Sancho completan el panorama. Nada de esto desmerecía a mis ojos la calidad de la obra ni rebajaba mi admiración, pero así pensaba yo.

Lo que descubrí en la lectura de madurez fue que había otro tipo de humor en la obra de Cervantes. Un humor que no está tanto en las situaciones ni en los diálogos, como en la mirada del autor sobre el mundo. Un humor que camina en paralelo al relato y que reclama la complicidad entre el autor y el lector. Una vez establecido el vínculo, pase lo que pase y se diga lo que se diga, el humor lo impregna todo y todo lo transforma. Es precisamente el Quijote el que crea e impone este tipo de relación secreta. Una relación que se establece por medio del libro, pero fuera del libro, y que a partir de ese momento constituirá la esencia de lo que denominamos la novela moderna. Una forma de escritura en la cual el lector no disfruta tanto de la intriga propia del relato como de la compañía de la persona que lo ha escrito.

Aunque raro es el año en que no vuelva a picotear en el Quijote, con la única finalidad de pasar un rato agradable y levantarme el ánimo, lo cierto es que no lo había vuelto a releer de un tirón, hasta que la cordial e inesperada llamada del señor Ministro me notificó que me había sido concedido este premio, y por añadidura en el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. Así las cosas, pensé que tenía el deber moral y la excusa perfecta para volver, literalmente, a las andadas. En esta ocasión seguía y sigo estando, en términos generales, satisfecho de la vida.

De nada me puedo quejar e incluso ha mejorado mi estado de salud: antes padecía pequeños desarreglos impropios de mi edad y ahora estos desarreglos se han vuelto propios de mi edad. Sin embargo, cuando se lee el Quijote, uno nunca sabe lo que le puede pasar. En lecturas anteriores yo había seguido al caballero y a su escudero tratando de adivinar la dirección que llevaba su peregrinaje. Esta vez, y sin que en ello interviniera de ningún modo la melancolía, me encontré acompañando al caballero en su camino de vuelta a un lugar de la Mancha cuyo nombre nunca hemos olvidado, aunque a menudo lo hayamos intentado.

Alguna vez me he preguntado si don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma. Aunque ésta es una incógnita que nunca despejaremos, mi conclusión es que don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está, y también sabe que los demás están cuerdos y, en consecuencia, le dejarán hacer cualquier disparate que le pase por la cabeza. Es justo lo contrario de lo que me ocurre a mí. Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo. Pero en una cosa le llevo ventaja a don Quijote: en que yo soy de verdad y él un personaje de ficción. Una novela es lo que es: ni la verdad ni la mentira. El que lee una obra de ficción y no se cree nada de lo que allí se cuenta, va mal; pero el que se lo cree todo, va peor.

Hoy esto es de conocimiento general. Pero el Quijote es la primera novela moderna y el pobre don Quijote no ha tenido tiempo de asimilar los cambios que él mismo trae al mundo. Al contrario, él es el primer caso certificado de lector demasiado crédulo. No es raro que se haga un lío. Y así va, hasta que un mal día, en la misma ciudad de Barcelona, donde yo habría de descubrirlo unos cuantos siglos más tarde, don Quijote visita una imprenta y allí descubre que en realidad es el protagonista de una novela. Y como ya no sabe qué hacer a continuación, da media vuelta y regresa a casa. Lo que tampoco sabe es que su breve periplo, de poco más de un mes, no ha sido en balde.

Todo personaje de ficción es transversal. Va de lector en lector, sin detenerse en ninguno. Eso mismo hace don Quijote. Exceptuando a Sancho, todos los personajes del libro están donde Dios los puso. Don Quijote es lo contrario: va de paso y atraviesa fugazmente por sus vidas. Generalmente les causa un pequeño trastorno, pero les paga con creces. Sin la incidencia atropellada de don Quijote, hidalgos, venteros, labriegos, curas y mozas del partido reposarían en la fosa común de la antropología cultural. Gracias a don Quijote hoy están aquí, con nosotros, tan reales como nosotros mismos y, en algunos casos, quizás un poco más. Ésta es, a mi juicio, la función de la ficción. No dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en mero dato, en prototipo y en estadística. Por eso la novela cuenta las cosas de un modo ameno, aunque no necesariamente fácil: para que las personas, a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden sin pensar, como los insectos que polinizan sin saber que lo hacen.

Recalco estas cosas bien sabidas porque vivimos tiempos confusos e inciertos. No me refiero a la política y la economía. Ahí los tiempos siempre son inciertos, porque somos una especie atolondrada y agresiva y quizá mala, si hubiera otra especie con la que nos pudiéramos comparar. La incertidumbre y la confusión a las que yo me refiero son de otro tipo. Un cambio radical que afecta al conocimiento a la cultura, a las relaciones humanas, en definitiva, a nuestra manera de estar en el mundo. Pero al decir esto no pretendo ser alarmista. Este cambio está ahí, pero no tiene por qué ser nocivo, ni brusco, ni traumático. En este sentido, ahora que los dos vamos de vuelta a casa, me gustaría discrepar de don Quijote cuando afirma que no hay pájaros en los nidos de antaño. Sí que los hay, pero son otros pájaros.

Ocasiones como la presente entrañan para el premiado un riesgo inverso al que corrió don Quijote: creerse protagonista de un relato más bonito que la realidad. Prometo hacer todo lo posible para que no me ocurra tal cosa. Para los que tratamos de crear algo, el enemigo es la vanidad. La vanidad es una forma de llegar a necio dando un rodeo. Es un peligro que no debería existir: mal puede ser vanidoso el que a solas va escribiendo una palabra tras otra, con mimo y con afán y con la esperanza de que al final algo parezca tener sentido.

La tecnología ha cambiado el soporte de la famosa página en blanco, pero no ha eliminado el terror que suscita ni el esfuerzo que hace falta para acometerla. Por lo demás, al que se echa a los caminos la vida le ofrece recordatorios de su insignificancia. Hace muchos años, cuando yo vivía en Nueva York, quedé en un bar con un amigo, ilustre poeta leonés. Como vimos que la camarera que nos atendía era hispanohablante, probablemente portorriqueña, cuando vino a tomarnos la comanda nos dirigimos a ella en castellano.

La camarera tomó nota y luego nos preguntó si éramos franceses. Le respondimos que no. ¿Qué le había hecho pensar eso? Oh, dijo ella, como habláis tan mal el español… En su momento, esta anécdota nimia me produjo una gran alegría que nunca se ha disipado. Porque comprendí que habitaba un mundo diverso, rico, divertido y con un amplísimo horizonte. Y que todas las lenguas del mundo son amables y generosas para quien las quiere bien y las trabaja. Y aquí termino, repitiendo lo que dije al principio. Que recojo este premio con profunda gratitud y alegría, y que seguiré siendo el que siempre he sido: Eduardo Mendoza, de profesión, sus labores. Muchas gracias

 



Agenda Informativa

Viernes, 21 de abril

Festival de la Palabra

Organizado por la Universidad de Alcalá y el Ayuntamiento de Alcalá de Henares

 

Taller de Cómic

 

Taller de cómic “Mecánica del gag en la tira cómica”

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Escuela de Arquitectura

Hora: De 10:00 a 14:00

 

Taller de Danza

 

Taller “Los bailes al son de la palabra”, por Gema Rizo

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Colegio de los Basilios. Aula de Danza

Hora: De 17:00 a 21:00

 

Visitas guiadas

 

Jornada de Puertas Abiertas del Teatro Salón Cervantes

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Teatro Salón Cervantes

Hora: 17:00, 18:00 y 19:00

 

Concurso fotográfico

 

Certamen 24 horas-Pasión por los libros

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Alcalá de Henares

Hora: 18:00

 

Cine (CineClub)

 

La gran apuesta

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: BPM Cardenal Cisneros

Hora: 18:00

 

Cuentacuentos

 

Las aventuras del Rey Arturo

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: BPM María Zambrano

Hora: 18:00

 

XIV Encuentro Nacional de Narración Oral. ¡Anda que no!

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Antiguo Hospital Santa María la Rica

Hora: 18:00

 

Cuentos irreverentes

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: BPM Cardenal Cisneros

Hora: 20:00

 

Los retablos de Román Calvo

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Antiguo Hospital de Santa María la Rica

Hora: 21:00

 

Jornadas Eduardo Mendoza y sus contextos

 

Presentación del libro Ludwig el extraterrestre y coloquio posterior con el autor, Luis Ruiz de Gopegui

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Sala Margarita Xirgu

Hora: 18:00

 

Proyección y coloquio de Jordi Serchs sobre la exposición “Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios”

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Salón de Actos de la Universidad de Alcalá

Hora: 20:00 a 21:30

 

La lectura indignada. Isaac Rosa y Germán Cano

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Junta Municipal Distrito II

Hora: 20:00

 

 

Poesía

 

IV Ciclo de Poesía en Diógenes. Carlos Mazarío y Esther Giménez

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Librería Diógenes

Hora: 19:00 y 20:30

 

Exposiciones

 

Inauguración de la exposición “Las aventuras de Guillermo y Miguel y los otros trampantojos literarios”

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Sala de Exposiciones San José de Caracciolos

Hora: 19:00

 

 

Encuentro literario

 

Encuentro con autores. La Posada de Hojalata

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Librería de Javier

Hora: 19:00  a 21:00

 

Coloquios

 

Entre libros y lecturas anda el juego. Coloquio de José Miguel Ganga y Vicente Alberto Serrano

Día: Viernes, 21 de abril

Lugar: Casa de Socorro

Hora: 20:00

 

 

 

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